RESEÑAS
Lo artesanal

El 18 de octubre pasado se conmemoraron cien años desde que Don José Ferdinando Francisco Soldati fundó el barrio de Villa Lugano, al sur de la Capital Federal (sí, Capital Federal. Todavía hay gente que se pregunta si Lugano está donde está). Una semana más tarde del aniversario, casi una decena de bandas, mayormente locales, se reunieron para celebrarlo y darle un poco de entretenimiento gratuito a quienes quisieran acercarse: niños con pelotas de fútbol que correteaban por ahí, madres solteras, abuelos, pibes chorros y mucha gente del palo.
Junto con la muchedumbre, el humo de las parrillas improvisadas y los desvencijados colectivos que esquivaban los pozos de las calles aledañas, le daban un marco totalmente distinto al que nos tienen acostumbrados los festivales de moda. El glamour de la exclusividad VIP no existió en un evento como este: no lo requería en absoluto. Era la fiesta de un barrio suburbano, todo era de todos.
¿Y la música? Desde las cinco de la tarde hasta las once y media de la noche, no paró de sonar.
Para los que llegaron temprano, hubo premio. Antonio Gil, interesante combo de rock en estado puro, tuvo como invitado de lujo a Tete Iglesias, bajista de La Renga, quien aportó cuerdas en “El final es en donde partí”. El encuentro provocó el primer gran pogo de la tarde y levantó a los cientos que tímidamente fueron llegando.
A su tiempo, Gente de Barrio hizo lo propio y se despachó con un buen set de casi una hora de duración. En el submundo rockero, es conocida la historia de Chaca, el carismático frontman que estuvo un tiempo en la sombra. De regreso en la actividad, su voz suena mejor que antes; el grupo, muy ajustado, cómodos en cada uno de los temas, variados entre sí: del reggae al hard rock, pasando por segmentos apoyados en electroacústicas, charangos y percusión. Como yapa, incluyeron nuevas canciones de su próximo disco, a editarse en marzo del año que viene.
Alejandro Medina, un inoxidable, se hizo un tiempo para estar presente en el festejo y junto a su grupo se dieron una panzada de rocanrol bluseado. Con el bajo de Medina como sistema nervioso central, el resto de la banda encajó perfectamente, sobre todo en los covers: “Aeroblus”, de la banda homónima, “Tontos”, de Billy Bond y La Pesada y “Jugo de tomate”, de Manal.
Enseguida, Viejo Berry, y a continuación, Motor Loco, harían las veces de previa ideal para los miles que ya se habían juntado al caer el sol. Mucho flequillo, bandera y vincha, mucha impaciencia por ver a Pity Álvarez en acción, quién tomó como propio el escenario en el set de Motor Loco y entonó las estrofas de “Perra”. El crossover más esperado por la patria rolinga (cabe destacar que Fachi, bajista del grupo en cuestión, y Pity, son las dos cabezas del ex monstruo stone Viejas Locas) se dio en un festival gratuito y sin previo aviso ni cartel. Como debe ser.
Hubo que esperar hasta las diez y cuarto de la noche para que el crédito mayor de Lugano subiera al escenario, desprovisto de todo tipo de escenografía, apenas con unos humildes tachos de luz para dar color. “Una vela”sería el encargado de abrir. A simple vista, al ídolo se lo notaba lúcido, con ganas de pasar un buen rato. En eso, aprovechó para darle rienda suelda a su locuacidad y los temas se extendían más de lo habitual, en zapadas que no llegaban a ninguna parte. La misma suerte corrieron “Lo artesanal”, “Fuego” (incluyendo una pantomima a lo Freddie Mercury, además de la arenga al público para que gritase “fueeeeeegoooo”), “Se fue al cielo”, “Dos nenas”, “Nena, me gustas así” y “Quieren rock”. Es decir, todo el repertorio.
Al costado del escenario, los rostros de los asistentes fueron mutando. De movida, sonrisas cómplices ante cualquier monada que hiciera Álvarez; luego, caras de orto, hastiados por el comportamiento de Pity: revoleaba su micrófono cual boleadora, movía las luces y se paraba sobre los retornos. Esto último lo condenó, puesto que se cayó hacia atrás y ahí terminó su participación. No volvió a levantarse ni para saludar. La banda siguió como pudo, con Jorge Rossi -bajista- en la voz, minimizando el hecho, quizás. The show must go on. El público no se hizo mayor problema por el incidente, aunque detrás de escena, la situación no era la mejor. Levantaron al cantante y lo metieron a un auto con destino incierto. Como la continuidad discontinuada de Intoxicados. Por lo pronto, tienen anunciadas tres fechas para fines de noviembre, en el Auditorio Sur.
Así se diluyó una larga jornada de música en continuado. Un festival como los de antes, sin demasiadas pretensiones, pero con muchas ganas de pasar un agradable momento entre acoples y afinaciones.
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