RESEÑAS
Lee mis labios, karaoke

La tiene fácil hoy Axl Rose para ser rocker: con llegar un par de horas tarde a sus recitales le alcanza para ser señalado como “rebelde”, “irresponsable” y “escandaloso”. ¿Pero no hablamos acaso de rock and roll, señores?
El lunes, en Vélez y luego de diecisiete años, Guns and Roses se presentó por tercera vez en Argentina, en el marco de la gira originada por el mentado “Chinese Democracy”. Y lo que sería un reencuentro soñado se arruinó por un simple, fatal e imperdonable motivo: no se escuchó a Rose. Se hubiese permitido cualquier otro problema, pero considerando que de esta nueva versión del grupo lo que importa, más que nunca, es lo que el cantante ofrezca, que la voz del conjunto fuera oíble sólo para él y quienes ocasionalmente pasaran a su lado, fue cuanto menos decepcionante.
Y no es que Dizzy Reed (el único ladero de Rose sobreviviente), Tommy Stinson, Chris Pitman, Richard Fortus, Ron Thal y Frank Ferrer, el resto de los integrantes de la banda, hayan hecho mal lo suyo. Hasta estuvieron bien; entre los tres guitarristas se las arreglaron para no extrañar tanto la figura de Slash y, entre otras cosas, regalaron un fragmento del tango “Por una cabeza”. Pero si se considera que de las dos horas y media que duró el concierto sólo hubo tres canciones en las que se escuchó al cantante, se comprende que por más buena intención que pongan sus compañeros no se alcanza el calificativo de aceptable.
La primera canción de la noche fue “Chinese Democracy”; luego, una triada (infalible si hubiese contado con la voz) del mejor disco del grupo, “Appetite for Destruction”: “Welcome to the Jungle”, “It´s so easy” y “Mr. Brownstone”. Hasta ahí, el público soportó no escuchar a Rose, pero cuando sobrevinieron más temas del flamante disco, como “Sorry” y “Better”, comenzaron los cánticos (“No se escucha, no se escucha”, empleando la melodía del famoso “Fea la actitud, fea la actitud”) y la lluvia de proyectiles hacia el escenario. Como era de esperarse, Rose, que pareció no advertir en ningún momento que no se oía lo que cantaba, llamó al traductor y advirtió que no quería que se arrojen más cosas. La situación continuó igual: nuevamente, el cantante, ahora más enojado, explicó que quería pasarla bien y no tener problemas con nadie, pero si los espectadores no querían lo mismo el conjunto se iría de inmediato. Por último, como la cuestión no cambiaba, a través de su por demás nervioso traductor y a los insultos, Rose dijo que si tiraban “una mierda más” se iban.
Entre otras piezas, el público vio pasar sin pena ni gloria los instrumentales sin remedio de “Live and Let Die”, “You could be Mine” y “Sweet Child O´ Mine”. Y después de que Axl concluya una versión de piano de “Another Brick in the Wall”, que por supuesto no se oyó en absoluto, ¡aleluya! ¡una canción con voz!: “November Rain”, que a pesar de sus casi veinte años continúa emocionando. Los otros dos temas que se escucharon fueron “Knockin´ on Heaven´s Door”, que incluyó las correteadas de aquí para allá de Rose, y “Paradise City”, el último de todos.
Así las cosas, lo que pudo haber sido una noche memorable -ya que Axl de primer momento se mostró de perfecto ánimo y el conjunto preparó un repertorio para el aplauso sostenido-, terminó siendo el equivalente a verlo al cantante sin cantar y a su banda permitirle al público leer los labios de la voz y jugar al karaoke.
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