RESEÑAS
La verdad de la milanesa

En el tour de festejo de los 30 años de la banda, el trío formado por Olga en guitarra y voces, Tom Tom Goober Blyth en bajo y voces, y Duncan Redmonds en batería y voces, se presentó por tercera vez en nuestro país, ante unas mil personas. Además de mezclar el más frenético punk rock de marca registrada con el clásico sentido del humor de la banda, dejaron en claro que pueden continuar por varios años más sin perder la vigencia.
Recorriendo el escenario sin respiro en las partes instrumentales, Olga y Tom son una especie de Angus Young punk rockers y chistosos que no paran durante la hora y monedas que dura el show. Sin tanta parafernalia como en sus anteriores presentaciones, en esta oportunidad volvieron a repetir la botella gigante de champagne, que falló en la parte del truco como en la anterior visita, y fue pateada al público por Olga durante “Lambrusco Kid”, como así también el mortero de papelitos de colores, siempre presente en los shows.
Con un volumen un tanto bajo pero nítido, en esta gira aniversario las muñecas punk rockers volvieron con una gran lista cargada de hits, aunque más de uno nos quedamos con las ganas de corear otros tantos ausentes en la misma.
Olga es el único miembro original (por el grupo ya pasaron veinticuatro integrantes), y por lo que parece está bastante alejado de una vida de rockero amigo del reviente. A su edad, deja en claro que el refrán de “viejos son los trapos” le queda más que bien. Haciendo hincapié en canciones de toda su carrera, en esta oportunidad se pudieron apreciar versiones de “Cloughy Is A Bootboy!”, “Dougy giro”, “Nellie the elephant”, “Alecs gone”, “Idle Gossip” y “Wakey Wakey”, entre otras tantas.
Un show de los Toy Dolls es como una milanesa con fritas. Ya sea de carne o pollo, siempre es más que bienvenida. Por más simples que sean, y sin necesidad de pasar por huevo y pan rallado, estos tres simpáticos ingleses saben cómo fritar el cerebro de las audiencias que tienen que enfrentar en sus giras, y durante la noche del domingo no fue la excepción.
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