DISCOS

La simetría de Catupecu

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Cinco años antes de este 2009, Catupecu Machu estaba en un altísimo pico creativo, con un disco hitero al mango, como fue y es El número imperfecto, y con una presencia escénica que los convertía en uno de los grupos que sí o sí había que ir a ver en vivo. Con el advenimiento de los festivales y el rock como moda, vieron crecer su convocatoria, al igual que la mayoría de las bandas grandes y medianas de la escena nacional. Y así como las buenas historias tienen momentos de felicidad, también hay cuestiones amargas que dificultaron su carrera. El accidente de Gabriel Ruiz Díaz, cerebro creativo por detrás del alma de su hermano Fernando, no los detuvo pero los obligó a hacer las cosas de otra manera, distintas a como venían siendo.

Desde la edición de “Laberintos entre aristas y dialectos” (2007), se los siente más cerca de la reversión y autoreferencia que de algo que patee sus propios tableros, como sucedió, en su momento, con la salida de “Cuentos decapitados” (2000) y, dos años más tarde, con “Cuadros dentro de cuadros”, un logrado experimento cyber-punk. No por nada, el cover elegido esta vez (un clásico de Catupecu, a lo largo de su discografía, es homenajear a sus influencias. Pasaron los Beatles, Metrópoli, Depeche Mode, Héroes del Silencio, Massacre y Luis Alberto Spinetta) es de un tema de ellos: “Batalla”, que integró el trabajo discográfico de 2002.

Estéticamente, los temas nuevos que integran Simetría de Moebius se asemejan a lo que puede escucharse de ellos en sus shows: climas electrónicos, guitarras acústicas, secciones de cuerdas y los aullidos de Ruiz Díaz espolvoreados por su siempre lírica críptica. Es por eso que este trabajo no sorprende a quienes ya conocen el vivo y la discografía del grupo, aunque sí se encuentran grandes momentos, como “Piano y RD” –acentuado por una intro de, justamente, piano-, el intenso “Víbora vientre” y la ambición de “Abstracto”, tema de cierre.

Si bien el trabajo en banda es compacto, como de costumbre (una prueba de esto fue su reciente actuación en el Pepsi Music), el resultado es menos sorpresivo que antes. Este es un disco que se podía esperar de Catupecu Machu, con ambiciones que nunca huelen a pretensiones, prolijidad y obsesión. Quizás sea el cierre de una etapa y pronto vendrán sus nuevos horizontes artísticos, como ya nos tienen acostumbrados a disfrutar.

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