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La segunda generación de salvajes
Crashdiet regresó a Buenos Aires para presentar su último disco, “The Savage Playground”. Si en aquel Roxy de 2010 tuvieron que ganarse a un público virgen, esta vez la confianza obtenida dio sus frutos en el teatro Vorterix.
Crashdiet es una banda afortunada; es de las pocas que perdiendo a su vocalista principal (Dave Lepard, fallecido en 2006) consiguen a otro sin tropezar en el camino. La misma suerte de AC/DC encontrando a Brian Johnson la tuvieron los suecos reclutando a Simon Cruz, después del experimento con Oliver Twisted. Su imagen con cresta punk bailó por todo el escenario, y sólo paró cuando le tocaba calzarse la viola en “Licking`Dog” hasta “Got a Reason”.
Minutos antes el telón se abrió con la correspondiente intro seguida de “Change the World” y “Circus”, de su última placa. Desde ese comienzo el show no bajo ningún cambio hasta su finalización, una hora y media después. Todos temas bien arriban, cero baladas, como si fueran el grupo de death metal más duro pero con la onda glam de los 80`s.
El set ocupó buena parte para presentar “The Savage Playground”, y la otra a rememorar su primer larga duración, “Rest in Seazle”, de 2005. Paradójico. Por eso los fans más acérrimos festejaron temas como “Breakin”, “Riot in Everyone”, y el primer gran momento: “It`s a Miracle”, dedicada especialmente a Lepard.
Aparte de las óptimas condiciones que ofrece el Teatro Vorterix en cuanto al sonido, el alma de esa pared son Peter London en el bajo, y Eric Young en la batería. Mientras que el primero parece un Michael Monroe, el guitarrista fundador, Martin Sweet, es una especie de Mick Mars (Mötley Crüe) en potencia. Sus dedos meten riffs bien gancheros, como demostró en “Queen Obscene (69 shoots)”, por ejemplo. También se destacó al final de la velada, cuando pasó el amague de cierre, y se mandó una introducción con criolla para terminar en la salvaje “Cocaine Cowboys”.
“Chemical”, “Down with the Dust” y el hit “Generation Wild”, todas del álbum del mismo nombre de la última mencionada, marcaron las vísperas del fin. Después de esa, Simon necesitó recambiar la Energizer bailarina -después de todo, es humano- por eso fueron a los bises. Pero el cantante no llegó a camarines y se desplomó sobre las cabezas del público.
Ya con el telón rojo cubriéndolo todo, los músicos salieron a despedirse muy formalmente de los presentes. En el campo quedó una sensación que estos muchachos podrían haber seguido toda la noche.
*Fotos por Fernando Fernández
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