SHOWS

La mismísima peste

Por  | 

Los podridos de Firmat, ese pueblo de Santa Fe donde las hamacas se columpian solas por supuesta actividad paranormal, cuentan que “el nombre de Carmina Burana proviene de los oscuros tiempos medievales, obra resultante de los poetas vagabundos llamados goliardos que transitaron por toda Europa, y que mediante la sátira y la ironía ridiculizaron la hipocresía social de esa época”. De esta manera nos encontramos con un combo tremendamente explosivo, que ya desde el nombre advierte que lo suyo es realmente particular: basta tomarse “la molestia” de verlos en vivo en una de esas contadas escapadas que hacen a la Capital año tras año desde mediados de los 90, para darse cuenta que, al menos en territorio argentino, no hay otra banda similar.  

El telón se corre y ahí aparece, firme, estático y en pose desafiante, Ramón Kamono, ese gigante al frente de la banda que gusta dramatizar usando máscaras de gas o ese particular pasamontañas blanco con un estilo V de Vendetta que lució el sábado, junto a un chaleco antibalas. Detrás, todo su grupo de asalto armado (además del clásico bata-bajo-viola) con trompeta, saxo, trombón, acordeón y sintetizadores, que sorprende arrancando con “Me iré”, un reggae particular que pertenece a “Odas para la danza del átomo”, su último disco editado en 2007. Enorme acierto haber comenzado con ese tema: cuando todos nos estábamos preparando para bailar y cagarnos a patadas en el pogo –ya que saltan sin escalas de un ska festivo, o incluso un chamamé, a un riff de hardcore o un punk violentísimo- nos regalaron un viaje mental y auditivo que luego, sí, dejó lugar a lo que mejor saben hacer: descontrolar la masa a puro salto y agite de testa.

Repasando temas de sus tres discos (“El sendero de los pajaritos primaverales”, “Hermoso, todo junto, difunto y podrido” y el anteriormente mencionado), el show no decayó en ningún momento. Fueron subiendo y subiendo y temas como “Vasallo”, “Son robots”, “Pinche gallito Inglés“, “Día del puerco” y “Curupyrá” lograron generar un éxtasis de alegría festiva y comunión tribal en el público presente.

El show finalizó dejando un saldo más que positivo, en un Salón Pueyrredón que históricamente le abrió las puertas a Carmina para que muestren lo suyo.

La restricción horaria y la consecuente veda alcohólica por el balotaje porteño atentaron una vez más contra esta banda-bomba, que con 17 años de trayectoria debería estar jugando en las grandes ligas, por propuesta, por sonido y por agite.

1 Comentario

Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión