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La fiesta inolvidable
Ska P volvió a Buenos Aires el pasado sábado para presentar “99%”, su nueva producción de estudio, en el estadio Ferrocarril Oeste. Ante una cancha desbordada de fanáticos dio un concierto que recorrió gran parte de su historia.
Pocas bandas revolucionan tanto la escena musical al llegar a Argentina como Ska P. Ya desde la mención de la salida de su último álbum, “99%”, y el anuncio de una gira por Sudamérica, los fanáticos locales comenzaron a calentar motores en vistas al show del pasado sábado en el estadio de Ferro. Nadie puede explicar el fenómeno que ha generado la banda española a nivel local, ni sus derivados The Locos y No Relax, pero lo que sí ocurre es que cada año que pasa la audiencia se multiplica, incorporando nuevas generaciones y manteniendo vivo el entusiasmo a la espera de un concierto más.
El sábado, las calles de Caballito desde muy temprano se tiñeron de punk rock. Pequeñas manadas de jóvenes, adultos, familias enteras, grupos de amigos, muchas crestas de color desfilaban entre las vallas que cerraban Avellaneda a la altura del estadio. Muchos en la previa se acercaban a la boletería en busca de la copia del álbum nuevo que venía de regalo con la entrada. Pero otros se mantenían firmes en la puerta 4 esperando ver el ingreso triunfal de sus ídolos, cuyo avión pisó suelo argentino cerca de las 16. Uno de los tantos a la expectativa, de alrededor de 20 años, traía consigo un cuadro de grandes proporciones envuelto en una bolsa negra: “Soy artista plástico, le dibujé un Gato López a Pulpul, y me dijo que se lo alcance hasta la puerta que él mismo lo iba a recibir”, explicaba.
Como estaba previsto en el cronograma, cerca de las 18 y con un público numeroso se presentó la agrupación mendocina La Skandalosa Tripulación. Mientras tanto, en las calles aledañas se hacía más difícil trasladarse por el caudal interminable de gente que se disponía a ingresar. Jauría tomó las riendas desde las 19 y se hizo cargo de la espera, y digo espera ya que si bien la banda liderada por Ciro Pertusi es una de las referentes locales, no tuvo tanto protagonismo como en otras oportunidades y cumplió el rol de banda soporte con todo lo que eso implica.
Ya llegada la noche y a minutos del concierto central, la “peña” -término que utilizan los ibéricos para referirse a los fanáticos- estaba indomable: coros multitudinarios, cánticos de cancha trasladados al momento, mareas de pogo efusivas, juegos de palabras entre las hinchadas de un lado y del otro, y sobre todo mucho calor humano. En el estadio no cabía un alfiler, y para colmo la expectación debió alargarse casi 30 minutos, ya que mucha gente se encontraba todavía afuera y, por pedido exclusivo de los músicos, mensaje que transmitió Pertusi, había que aguardar que ingresaran.
Ska P sale a las tablas cual equipo de fútbol y se produce un bullicio indescifrable, que claramente es una demostración más de amor y reconocimiento de su hinchada. Los vallecanos generan en sus fans un sentimiento de pertenencia e identificación que se aleja de la norma. Gran parte gracias al contacto personalizado y constante que mantienen con muchos de sus seguidores a través de las redes sociales, como muestra de que no piensan olvidarse de sus orígenes populares.
El show comienza igual que el flamante álbum producido por Tony López, con un instrumental al palo, “Full gas”, que combina múltiples ritmos casi carnavalescos con el simple objetivo de sacudir a los dormilones y llamar la atención de quienes pudieran estar aún distraídos. Enseguida, la batería inconfundible de Luismi y la melodía festiva con matices celtas de “Consumo Gusto” hizo estallar por primera vez a los presentes. “A la mierda” sonó después y para hacerle honor a la letra todo se fue por la borda, en el mejor de los sentidos. Aquel encuentro demandaba el ejercicio de las emociones y una suerte de compromiso con las letras, y así fue. “Siempre amé la libertad”, como dice el estribillo, sonaba cual grito de guerra, al mismo tiempo que se sentía una suerte de liberación.
El repertorio continuó con “Mestizaje”, del álbum “Incontrolable”, y luego “Se acabó”, canción de “99%” que inicia con coros celestiales parodiando los miedos y el terror inmovilizante generados por los medios de comunicación que, como narra la letra, “es más efectivo que un ataque nuclear”. De repente, la imagen de Pipi -vestido como una glamorosa vidente- en las pantallas gigantes a los costados del escenario, daba la pauta de lo que se venía: “Casposos”. El segundo gran momento de la noche estuvo en manos de “Niño Soldado”, épica melodía que se hace sentir en el cuerpo.
Por un momento Pulpul recuerda, en un comentario escueto pero afortunado, que al día siguiente se cumplirían 37 años del último golpe de estado en Argentina, lo que fue muy aplaudido y avivó un coro masivo en contra de los militares. Para “Insensibilidad” mostraron un video que hacía referencia, al igual que el tema, a la lucha contra el abandono y maltrato animal que ellos históricamente sostienen. Y rápidamente, para que no decaiga la atmósfera, llegó el turno de “Lágrimas y Gozos”. “Tienen un Papa campeón del mundo”, bromeó Josemi, al tiempo que entraba el segundo eufemismo de la noche, esta vez un cura enmascarado.
Nuevamente al micrófono, el cantante repasó un folleto que pedía la inmediata libertad de Fernando Colombini, un joven de 25 años oriundo de Saladillo, trabajador de la construcción, que está preso desde el último 7 de febrero por cultivar marihuana en el fondo de su casa. “Mientras tanto siguen en libertad los políticos corruptos y los paraísos fiscales”, remató Pulpul. No por casualidad lo que sigue es “Legalización”, y suscita un instante de puro baile y celebración al calor de una fórmula imbatible: el ska. Rápidamente los colores de la bandera palestina adornaron los decorados de fondo dando lugar a la “Intifada”, tema favorito de Pipi.
El show continuó con “Romero el Madero”, uno de lemas de Ska P, y la letra era fielmente simbolizada por una escena de represión policial que transcurría sobre el escenario. “Nos quieren callar, nos quieren dormir, nos quieren sumisos”, señala “Canto a la rebelión”, el primer corte de “99%”, que no hace más que reafirmar el traslúcido mensaje político que nutre la esencia de la agrupación. En continuado, “Sexo y religión”, de 1996, sacudió las emociones de los más añejos fanáticos que festejaron la performance de Pipi como un cura depravado que acosaba sin tapujos a una muñeca inflable. Un duplete fantástico, “Solamente por pensar” y “El Vals del Obrero”, fue el cierre perfecto para una parte inicial que a pesar de su extensión no tuvo altibajos.
La segunda parte abrió con “Wellcome To Hell” y los aficionados parecían tan excitados y ansiosos como al principio. De repente a Josemi se le dio por interpretar la popular canción de Gaby, Fofo y Miliki, “Hola Don pepito, Hola Don José”, que fue religiosamente acompañada y vitoreada por la mayoría de los presentes. “Mis colegas” llegó en el momento justo, ni antes ni después, cuando las llamas estaban más vivas que nunca. Con todos los efectos amontonados a flor de piel sonó “El Libertador”, y empezaba a sentirse que ya estaba todo dicho. “Estampida” dio por clausurada la segunda parte, breve pero atestada de fuertes emociones.
Se avecinaba el final, ya previsible, y para culminar la jornada bien arriba, como suele suceder, estos cuarentones con energía de chaval optaron por “El Gato López”, y luego un improvisado “NI fu, Ni Fa” que estaba fuera de la lista original. El campo verdolaga se convirtió en una discoteca bailable en la que todos se dejaban llevar por la música. Pulpul terminó tocando en paños menores y Chiquitín, el trompetista que hace sarcásticamente honor a su apodo, se levantaba la pollera escocesa y revelaba sus partes traseras a los fans, que obviamente lo aclamaban. En definitiva, arriba y abajo del escenario se vivió una fiesta popular, sin distinciones ni prejuicios.
*Fotos por Fabiana Solano
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