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La biblia de los renegados

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El pasado fin de semana, el Siempreterno se presentó en Niceto Club ante todos sus fieles. Crónica y fotos de lo acontencido el viernes 26 de julio.

Ya pasaron dos años, dos discos. La sorpresa y la novedad quedaron atrás. Este es el momento donde el Siempreterno tenía que demostrar si es un banda hecha y derecha o si fue simplemente un articulo de novedad. Otra vez Niceto era el lugar para comprobarlo.

En épocas donde el revisionismo histórico está de moda y discos emblemáticos son interpretados de forma íntegra, la banda elige hacer algo parecido. Una especia de salmo anuncia el comienzo del show con “7 Eleven”, del primer disco. Luego del minuto y medio que dura la canción, Sergio Rotman presenta a sus compañeros y anuncia la ejecución de ese primer disco de forma íntegra y en orden. Un trabajo breve, que si bien puede ser un rejunte de canciones un tanto desprolijo, tiene una frescura innegable. “Rohypnol” o “Contradios” son viejos rescates de la época de Cienfuegos, y así se nota. Es algo extraña la energía y la mística que generó esa agrupación en la gente, pero hablaremos de ello luego.

La diferencia principal de Cienfuegos con el Siempreterno es que sus integrantes son mucho más musicales. De Ricciardi lo sabemos, pero nunca es en vano nombrar lo versátil y menospreciado que es. Por algo ha sido el colaborador eterno de Rotman; Mimi podrá ser su inmensa compañera, pero el baterista debe ser su alma gemela. O pensándolo bien es el doble opuesto. Y por supuesto tenemos los dos laterales en el ruso Sánchez y Minimal. Incluso acompañan en los chistes: “¿Hay algo peor que el Papa sea argentino? pregunta Sergio. “Sí, que sea del cuervo”, retruca Ariel. Pura química; la misma que hace posible temas como «La vieja casa». La que aumenta cuando suben Gigio y Hernán Bazzano para “Moonage Daydream” de Bowie.

El público cambia y se vuelve uno; mientras antes se mostraba más contemplativo, cada uno en su mundo, ahora lo que copa el lugar es la demencia total. Lo mismo cuando suena “La eternidad”. Hay cosas que no se pueden explicar bien, pero se entienden; la onda entre ellos, el enamoramiento, el odio. Todo eso convive en la banda. Sobre todo en su líder, un tipo que parece no saber qué sentir ni para qué lado disparar, pero que encuentra calma cuando mira a su mujer y cuando escucha a sus amigos sosteniendo la pared sónica, y utiliza esa energía como medio para hacer catarsis.

Para el final del show la conclusión es que el Siempreterno es una banda, una de las grandes, que funciona en su propio desorden. Donde el viaje que propone es un trip interior; tal vez más para ellos que para el público. La gente va a presenciar una especie de trance que experimentan los músicos, en donde ocasionalmente forma parte. El Siempreterno no tiene nada que ver con tu idea de rock. Y así esta bien.

*Fotos por Fernando Fernández

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