RESEÑAS

La apuesta de Cordera

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Cuando se encienden las luces de la Avenida Corrientes, en ella aparecen cientos de oficinistas que caminan apresurado y con sus bolsos o carteras bien amarrados, custodiados por sus brazos, pegados al cuerpo. En contraste, van los carritos empujados por pibes que buscan algún tesoro en lo que se desechó de locales de comidas, librerías, galerías o edificios de espejos vidriados. Ayer, jueves 19, varias remeras de Bersuit también coparon la zona, mientras en las veredas se vendían las no oficiales de “Suelto”, el primer trabajo solista de Gustavo Cordera, editado en el primer semestre del 2009. 

El disco, chiquitito, íntimo y de pretensiones medidas, tuvo su presentación en el teatro Gran Rex, una de las mejores salas de la Capital Federal, y de estética acorde a los rumbos que Cordera está queriendo tomar con su arte. 

Esta apuesta tiene puntos en común con la que tomó en su momento Vicentico: disolvió una banda popular y fiestera, con altos momentos musicales y algunos coqueteos cool, para abocarse a algo que con el tiempo podrá ser visto como kitsch. Cordera ya no putea, ya no muestra el culo (ni siquiera la pelada: se cubrió la cabeza con una bandana roja que no se sacó en ningún momento), ya no lima. “Estoy tímido, por eso no hablo tanto”, confesó cuando promediaba el show. Su música, al igual que su apariencia personal, es limpia, transparente, sobria. Justa. Lo justo y lo necesario para hacer sonar bien unas once canciones, apoyadas en una banda compuesta por cuatro guitarras -acústicas o eléctricas, según corresponda-, un bajo, una batería, un teclado -bien comandado por la bellísima Licina Picón, toda una revelación- y tres coristas que reemplazan la tarea que otrora estaba a cargo de dos tipos. Uno de ellos, Cóndor Sbarbatti, se ubicó en las primeras filas para poder seguir con comodidad lo que sucedía, aunque constantemente fue acosado con cámaras digitales por los fans bersuiteros.

“Pensé que iba a recibir una reprimenda por lo que hice. Gracias por el aplauso y el apoyo al proyecto”, dijo Gustavo, luego de “Tan cerca, cerca”, tercer tema en la lista, que sería sucedido, sin pausas, por los restantes de su propio álbum, entre el pop (“Ansiedad de buscar”, “Confío”, “Volátil”) y la bossa (“Aprendió a volar”, “Mensajera”). El último fue “No hay monstruos invencibles”, en el que estuvo acompañado por su hija Yanella, en voces, y con el escenario disfrazado de fonda, a tono con el segmento en el que sólo se utilizaron instrumentos acústicos. Con esa misma onda surgieron los primeros dos temas vergarabat, los más esperados por la mayoría de la audiencia, vale decir: “El viento trae otra copla” y “Madre hay una sola”

Con el aporte de Federico Lima, cantante uruguayo, una versión movida de “Mi caramelo” –como esas bachatas ralentadas que suele firmar Jorge Serrano– le dio paso a un segmento en el que sonaron dos inéditos (“Huguito en retirada” –dedicado al que le tienen que devolver la bolsa en esa conocida pachanga; ahora fallecido- y “La lluvia”) y una extendida jam de cumbia que finalizó con un agradecimiento de Cordera a todos, incluyendo hasta a sus enemigos. Sin embargo, quedó algo de energía para sellar el concierto con una lectura ska de “Sencillamente”, esa bonita balada de la Bersuit

Las luces de Corrientes se volvieron a encender, pero adentro del teatro, indicando que el público se debía retirar, luego de dos horas de prolija performance. El espectáculo de Gustavo Cordera estuvo a la altura de lo que propuso desde la aparición de su disco. Y la convocatoria -compuesta mayormente por familias, jóvenes adultos y adultos cincuentones-, que fue numerosa aunque sin agotar las localidades, así lo entendió y por eso aplaudió merecidamente al cantante.

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