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“El objeto antes llamado disco”; así anuncia Gustavo Santaolalla que se llamará el próximo álbum de Café Tacuba. La banda más importante de Hispanoamérica sigue buscando nuevos horizontes y esta vez el objetivo es la grabación del nuevo larga duración.

Buenos Aires, Santiago, Los Ángeles y México son las cuatro ciudades elegidas para este experimento. ¿De qué estamos hablando? Los mexicanos decidieron grabar su próximo álbum en lo que se podría llamar un estudio en vivo. Son varios los casos a lo largo de la historia donde una banda elige grabar su nuevo material en un show frente a una audiencia. Desde MC5 a Pequeña Orquesta Reincidentes. Pero esto es otra cosa: el estudio, la grabación del disco, el refugio más sagrado de todos los músicos… La banda elimina las barreras una vez más.

La cita es en el Studio Samsung. “Prohibido entrar con cámaras, celulares, I Phones o dispositivos similares”, reza un cartel en la puerta. Y para demostrar que es en serio, absolutamente todos tienen que entregar las baterías de sus objetos electrónicos antes de ingresar al lugar, no solo para evitar que graben o filmen lo que suceda, sino también para no interrumpir con sonidos molestos.

Al entrar al recinto uno entiende el concepto. En el escenario están las computadoras y el centro de grabación. Y en el medio del salón están armados los instrumentos y a su alrededor unas 60 sillas. Para los que nunca visitaron el Samsung, imaginen un estudio de grabación en La Trastienda, pero aún más íntimo y sin barreras. Las primeras filas tienen que tener cuidado de no andar tocando los instrumentos en algún descuido. Así de intima es la cosa.

El quinto Tacuba, Gustavo Santoalalla, es el primero en agarrar el micrófono. Explica un poco el concepto del show y da las pautas de la noche. Si todavía no cayeron, esto no será un show con canciones nuevas frente al público. Esto es la grabación de un disco y se efectuará como tal. De hecho ningún aplauso puede ser efectuado hasta que se dé una señal. Nadie se puede levantar para ir al baño mientras se está grabando.

Las canciones se registrarán en el orden que quedarán finalmente en el álbum. “Pájaros” es la primera; un juego de falsetes entre Rubén Albarrán y Emanuel Del Real. La siguiente canción, “Andamio”, deja ver un poco de qué va a ir el disco: un hibrido entre el doble “Reves/Yo soy” y “Sino”, su último trabajo. Algo así como Radiohead con “Kid A” y “Amnesiac”. Habrá que ver el resultado final, pero se intuye que podría ser una especie de lado b de “Sino”.

Vuelven a trabajar con baterías programadas. Esta vez no hay tracción a sangre. Sigue “Este lado del camino” y un tema del guitarrista Joselo. Claramente es un disco introspectivo, con cierta búsqueda espiritual desde las letras. Resuenan los ecos de Rubén gritando “Me amo” hacia el final de una de las canciones, que se graban una y otra vez. Se doblan las pistas, se graban las voces por separado, se graban las guitarras aparte. Incluso hay pistas donde la gente participa. En “Pájaros” el público participa con sus aplausos y pataleos al compás de la banda o un click computarizado, donde Rubén y Gustavo ofician de directores de orquesta.

La que sería la segunda mitad del disco es la que tiene un espíritu más Tacuba. Canciones como “Olita de Mar”, “Yo busco” o “Tan Mal” combinan esa cosa de espíritu frenético con aires tradicionales mexicanos. Se emplea una instrumentación más extraña.

Rubén Albarrán se encarga de crear el clima: prende sahumerios especiales para cada canción y agradece a los espíritus que le permiten llevar esto a cabo. También estrena su nuevo personaje en la canción “Zopilote”. Habla un poco del maltrato animal y la contradicción de usarlos para vestir o para comer. Ya son varios los personajes por los que ha pasado el cantante. Esta vez vestido con un poncho y dos gorros de lana que simulan una especia de pájaro (un zopilote) se despacha primero con banda y luego en versión a capella. Silencio absoluto en la sala.

El último tema del disco es uno de los que más se destaca; “Volcan” es una especie de mantra oscuro que va ascendiendo y corona el disco de manera impecable. Tal vez uno de los mejores temas de la banda, habiéndolo escuchado solo una vez.

Como festejo por haber salido todo bien, hay tiempo para una que sepamos todos. La gente pide “El baile y el salón” y la banda le da el gusto. Rubén pregunta si alguien quiere cantar pero nadie levanta la mano. Mientras zapan un poco sobre el tema, el cantante aprovecha para abrazar y agradecer uno por uno a los invitados. La cosa era íntima en serio.

“Es necesario jugar con los elementos, con las diferentes piezas, los diferentes actores, si es que se quiere llegar a un resultado diferente, nuevo, extraordinario. En esta, queremos transgredir la frontera del estudio, de la tradicional auto exclusión; salir a hacerlo frente al público, sin inhibiciones. No queremos destruir la intimidad; es la intimidad ampliada a un círculo más grande. Es el misterio y la emoción del encuentro con lo desconocido lo que nos llevará a ese nuevo estado, a esa nueva y diferente forma de ejecutar, de interpretarnos. Vamos pues alegremente, a hacer música, todos juntos. El objeto antes llamado disco”.

Eso es lo que profesa la banda en esta nueva etapa. En épocas donde la mayoría intenta ver cómo dar los últimos manotazos de ahogado para sacar algún beneficio, Café Tacuba apuesta a jugar, investigar, explorar, arriesgarse y divertirse en el proceso. Eso es algo que celebramos. Te guste o no la banda, hay que ponerse de pie.

azafatodegira.com

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