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Indio Solari: el fuego creció en Mendoza
Indio Solari celebró otra misa ricotera junto a más de 120 mil personas en el autódromo de San Martín. La lluvia y el frío no apagaron las llamas del mito viviente.
Parece que fueron 120 mil, es lo que se repite por ahí. Lo habrán calculado por estimación (95 mil tickets se habían vendido hasta el día viernes), con ojo clínico, o con algún método completamente desconocido para este cronista. Nadie sabrá fehacientemente cuantas almas se congregaron el último sábado en el Autódromo Angel Pena de San Martín para el show más grande que brindó Indio Solari en su carrera ni bastará el recuento de las entradas vendidas. La ceremonia en la tormenta fue pacífica por demás y todo aquel que se propuso comulgar con Solari sin abonar los 300 pesos que costaba el campo general lo hizo sin mediar siquiera un empujón con la gente de la organización. A nadie le controlaron la entrada y los policías mendocinos miraron el cuadro desde muy pero muy lejos sin ningún tipo de intervención. El control lo tiene Indio, en todos lados.
Una vez más el mundo redondo peregrinó por las rutas de todo el país hasta llegar a Mendoza, atravesó todas las vicisitudes del camino y las abrazó como prueba de amor y coraje para entregarse en pleno durante las más de dos horas de concierto que aterrizarían en el mítico final de “Ji ji ji” y el pogo más grande del universo.
Minutos antes de las 10 de la noche, la pelada de Solari apareció cubierta con un gorrito estilo Chavo del 8 montañés para un comienzo arrollador con “Luzbelito y las sirenas” y “Templo de Momo”, dos inicios de discos ricoteros que abrieron el show de manera incendiaria, momento clave en el que la marea humana lidiaba con encontrar un lugar en el inmenso predio donde el sonido llegue aceptablemente.
Es que si armar la mentada e inmensa misa entre el anfitrión y la masa no fuese suficientemente complejo (sonido, pantallas, accesos, controles, baños, zona de acampe, etc), un temporal de lluvia, frío y viento, azotó mendoza y complicó aún más la velada.
El arranque había indicado el camino y así se desarrolló la noche, a puro redondos. Sonaron 17 temas firmados por Patricio Rey y 11 de la cosecha solista de Indio, y como sucede a menudo, Solari conoce el paño y entrega lo que sus asiduos fieles van a buscar: nuevos viejos temas. O sea, recoje los antiguos clásicos ricoteros (¿A esta altura cual no lo es?) que no tocó en vivo aún en sus ocho años de carrera en solitario y los pone sobre el escenario. “Gualicho” y “Las increíbles andanzas del Capitán Buscapina en Cybersiberia” fueron dos grandes sorpresas de un disco que nunca había repasado, “Último Bondi a Finisterre” (1998). “Todo preso es político”, de “Un baión para el ojo idiota” (1988), fue pogueada en pleno, y antes de aplacar a la multitud con “Blues de la Libertad”, Indio prometió la presencia de Déborah Dixon para la próxima ocasión.
Aunque en esta ocasión no se quejó de estar “fané” o con su “gola” dañada, el ex líder ricotero patinó en su verba más de una vez en la noche mendocina. Ahí es cuando relucieron sus elegidos Fundamentalistas del Aire Acondicionado –Baltasar Comotto y Gaspar Benegas en las violas, Marcelo Torres en bajo, Pablo Sbaraglia en teclado, Sergio Colombo en saxo y una doble batería a cargo de Hernán Aramberri y Martín Carrizo– que lo escoltaron estoicamente conformando un gran bloque rockero a prueba de multitudes.
Si bien las gemas más celebradas son las pasadas, ya son muchos los himnos que cosecha Solari de su carrera solista que alcanzan una épica contundente. Fue así que sonaron “Flight 956”, “Vino Mariani”, y el bloque de “Pabellón Séptimo” y “To Beef or not to beef”, que describe el exilio económico de los mexicanos hacia Estados Unidos, pero en el que él siempre aprovecha para marcar su simpatía por los tiempos que vive Argentina: “Vieron que tenía razón”, dijo en relación a quedarse viviendo en el país, algo que viene sosteniendo show a show.
Finalmente, aquel pogo más grande del universo tendría otro capítulo más, con todas esas almas en yunta avocadas a generar otro estallido, a finalizar eso que habían arrancado muchísimas horas antes cuando pegaron el portazo a la rutina, descolgaron unos días del laurel, y se subieron a aquel bondi que los llevaba a entregarse a otra celebración ricotera. Esta vez con el condimento de que este espectáculo de saltos, empujones y rondas humanas iba televisado en directo por el canal de noticias TN, y que Indio comenzaba al grito de “6-7-8”, como para seguir condimentando un mito único en la historia del rock argentino, ladren lo que ladren los demás.
*Fotos por Fernando Fernández
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