RESEÑAS

Gustoso. Costoso

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Se hace de noche y los pibes están impacientes: “Y… deben estar acá desde las seis o siete”, me dicen Pablo de Caballito y Andrés de Villa Crespo, mientras degustan vehementes un acartonado pero refinado Uvita Fiesta que introduce júbilo en su boca, y, por qué no decirlo, en la mía también. Todos allí afilan sus colmillos y observan atentos el ritual de quemar el frío en la esquina de la multinacional hamburguesería del picaresco payaso. Bombos, banderas, chicos trepados a las cubiertas de las paradas de colectivo de Libertador. Noto una sonrisa querida paseando por esa avenida.

El plato de entrada de aquel convite se saborea ahí, en la calle misma; pero la bandeja principal está por llegar. Es allá enfrente la cita, en el templo moderno del rock con nuevo nombre fashion de sabor a cola.

Silban las 21 y monedas cuando, ya dentro de la arena sanitaria, resplandecen las persianas que proyectan imágenes y audio a cada extremo. Escucho, es una publicidad de la comilona que está por venirse, y además… “mandá un mensaje sms desde tu celular con la palabra PIER al…”, “… y ganate…”. La pucha. Pero objetivamente poco atañe al momento como para elaborar una tesis al respecto, porque, ya algunas monedas más han pasado y, casi sin darse cuenta, aborda el sonido del audio PAPPO con su “Rock and Roll y Fiebre”. Sólo un anticipo del agasajo.

Ahora sí, el banquete está servido. Bienvenidos al banquete. Recuerdo, recuerdo esa frase coja y lisiada de algún otro lado, pero no repararé en aquello. Entonces, así fue como con su “Banquete gustoso y costoso”, el anfitrión PIER, con los CEREZO hermanados, servía el primero de los platillos vitales de la cena roquera a sus convidados que aprietan sus garras preparados para triturar.

Deleite para el buen paladar, llega “Al filo del peligro”, cuando, sin pestañear, “Pulposa Satisfacción” hace correr la adrenalina por la sangre de los que circundan el escenario. El banquete se torna de noche y de velas cuando aparece “Contigo pan y cebolla”.

Indefensos corazones brillan en el gastado cemento obrero mientras PIER recuerda aquellos “Ángeles del Olvido”. Ahora se evoca a la tan famosa princesa del rock and roll; esa alfombra roja para tantas promesas, ardiente, blanca y “De andar elegante”.

La noche parece mirar todo lo que allí sucede y gozan las estrellas atravesando el cielorraso que retumba con “No puede dejarla”. Paradójicamente, “La última risa” no fue tal; llegarán varias más que se adueñarán de todos los sueños de los allí presentes, mientras percibo una insignia roja de trapo pasar de mano en mano, justamente con esa inscripción quimérica ofrendada a la banda.

Pasa también la poesía que rememora la ya mencionada junta en la hamburguesería: “El ritual de los pibes atentos”.“No obstante lo cual” y “Ruta 66”. Es claro que el olé olé olé va para EL CARPO.

Una tregua de unos 13 minutos vale para el descanso de agitadas almas, pero a no desesperarse más, porque “Sacrificio y Rock’n’Roll” nos recuerda quién es el anfitrión esta noche, con otro célebre personaje del género participando en escena; es el intoxicado Señor ALVAREZ que andaba dando vueltas por ahí. “¡Aguante PIER!”, se despedía el PITY.

A lo lejos asoma una luz furiosa encendida, es la “Prisionera Robot” que aparece antes de que uno note que este escenario va a explotar cuando, próximo, suene “Por vos, lo doy”.

“El Comodín” hace estremecer un corazón solitario en busca del zaguán de refugio, que amanecerá mañana con ganas de vociferar himnos que brindan de lleno a la libertad hostigada por aquella, “La ilusión que me condena”.

Los huéspedes comensales quieren más, mucho más; casi tanto como “La gorra de Carmelo”, que desfila confundida entre las luces que bajan del escenario. Ahora es la rabia del “Narigón de Barranco” la que rompe un curioso silencio y embriaga las almas de los fanáticos.

PIER ahora les dedica a ellos las nobles oraciones de “Late a tu ritmo”, antes de pasar a los dos últimos bises del recital. Los hermanos CEREZO dejan “Conmovidos” a sus atentos seguidores, que ya a esta altura exhiben sus cuerpos impregnados por el rock and roll más puro. Rock que termina de habitar aquel punto de Libertador con “Lunares”, tema que, de boca en boca, se transforma en loor exclusivo de la hinchada.

Discutible -o no tanto- será establecer hasta dónde una rendonda influencia se apodera de la identidad de las coplas pierinas para pasar a ser facsímil o no de añorados reyes patricios. Poco le importó a la noche de aquel sábado y a los que allí estuvieron, amantes fieles de la poesía que predicó PIER en el segundo de sus gustosos y costosos banquetes en el templo.

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