RESEÑAS

Guiño al pasado

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Tras el controvertido show del 22 de marzo de 2010 en Vélez, muchos fanáticos quedaron enemistados con la banda californiana, por eso este cuarto concierto no generaba la misma expectativa. El karaoke de Axl Rose (cantante y piano ocasional), los pifies de los músicos y la gran demora en el inicio influyó en este malestar. Sin embargo, Rose y compañía tenían una revancha rápidamente como para poder cambiar la historia.

Los calló

Desde temprano, el público comenzó a ocupar las instalaciones del estadio, y a entretenerse con los actos soportes locales. Primero pasó la gente de Utopians, luego La Mancha de Rolando y por último, El Bordo.

Luego de los teloneros se comenzaron hacer apuestas entre el público para ver a qué hora saldrían los californianos, ya que en los shows de Río de Janeiro y Santiago de Chile el retraso había sido notorio. Sin embargo, Guns N’ Roses apareció en escena a las 23.05, solo 35 minutos después de lo anunciado. Con cualquier otro grupo este dato hubiera sido cuestionado, pero en este caso se tomó con gran felicidad.

Tras una intro tenebrosa se escucharon los primeros acordes de “Chinese democracy”, que de movida los mostraba con un sonido superior con respecto al de Vélez, aunque debieron pasar varias canciones para alcanzar la nitidez necesaria. Los fans también utilizaron esos minutos para examinar a la banda y darse cuenta que el show sería totalmente distinto. El genial trío conformado por “Welcome to the jungle”, “It’s so easy” y “Mr. Brownstone” levantó la temperatura y generó una energía acorde a la imaginada.

Axl era el hombre a observar. Se sabía que su voz no es la misma, que su físico tampoco, pero esto no le quitaba la ilusión a sus fans de escucharlo en una mejor performance. Cuando apenas pisó las tablas se lo vio de buen ánimo y con ganas de devolverles a todos ese cariño. Por momentos sus agudos nos trasladaban a sus años de gloria y producían locura en sus seguidores, y más aún cuando sonaban himnos como Live and let die”,Rocket queen” y la sorpresiva “Stranged”. Los presentes ya se habían reencontrado con aquel cantante endiosado de los ’90, y eso les bastaba.

Eso sí, ya no aparece esa magia que revolucionó al mundo del rock, y se nota. Si bien los músicos que lo acompañan cumplen con su rol secundario decentemente, en pocos temas logran sonar unidos y parejos. Los mejores momentos son cuando interpretan melodías de “Chinese democracy” (2008), tales los casos de las sentidas “Sorry” y “This i love”, y la muy lograda “Better”. Ahí se los percibe más cómodos y seguros, dando a entender que se sienten más parte del proyecto.

Ron Bumblefoot Thal y DJ Ashba comparten el liderazgo de las guitarras, a tal punto que se dividen los famosos solos de Slash. Ambos tratan de respetarlos, aunque a veces se diferencian con algún matiz propio. Durante el show los dos tuvieron su espacio. A ellos se acopló Richard Fortus en guitarra rítmica, quién tuvo una participación bastante limitada. Sin embargo, el histórico Dizzy Reeed fue quién deslumbró con su versión de piano de “Baba O’ riley”, de The Who.

Ya con un sonido claro y ajustado, todos podían cantar y disfrutar de clásicos inmortales del rock como “You could be mine”, “Sweet child o’ mine”, “Knockin’ on heaven’s door” y “Nightrain”. Esto era lo que el público venía a buscar y lo estaba encontrando, así que imagínense la felicidad que tenían. Si a ello le sumamos el piano de cola en el escenario y la ejecución de la grandiosa “November rain”, los rostros de alegría se multiplicaban en todo el estadio.

A la vuelta, Axl emocionó con una gran interpretación de “Don’t cry”, y despejó todo tipo de dudas sobre su performance actual. Tras “Madagascar” vino el cierre final con la súper rockera “Paradise city”, que el público disfrutó con lo poco que le restaba de energía. Rose y compañía dejaron el escenario luego de 155 minutos con una alegría tremenda, como dándose cuenta que habían ofrecido un muy buen show.

Redacción ElAcople.com

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