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Gran Martell: festival de ojos y oídos

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Después de un año sin pisar los escenarios, el trío se presentó en Uniclub, el jueves.

Gran Martell es un bicho raro dentro del rock nacional. Tiene todos los elementos para explotar: músicos reconocidos y de nivel, composiciones sólidas y un carisma principalmente sostenido por esa pequeña locomotora llamada Jorge Araujo. Pero es una banda que después de tanto tiempo, no logra despegar. Esto igual no les juega en contra, ya que todo parte de la premisa de que ‘hacen lo que quieren’. El reconocimiento ya lo tienen.

Así es como el jueves por la noche se presentaron en un colmado Uniclub para repasar todo su material hasta la fecha. Arrancando con una sólida presentación instrumental, fueron pasando temas de su segundo disco, “Dos huecos”: “Tango Griego”, el que da nombre al disco, y “Cara K-Pop”. Un comienzo a todo trapo.

Uno de los elementos más destacables de este power trío es esa clase de falta de definición dentro de lo que es la escena argentina. Son un grupo que hace rock, experimental, blusero, melancólico, con muchos efectos de por medio, pero manteniendo esa impronta de no aburrir a nivel instrumental. Es difícil concentrarse en ver lo que toca Tito Fargo en guitarras, sin también prestar atención a lo que hacen Gustavo Jamardo en bajo y Jorge Araujo en batería. Festival de ojos y oídos.

Para calmar la euforia un poco, siguieron las cadenciosas “Tierra de campeones” y “Perro por bozal”. Uno de los momentos de la noche se dio poco después, cuando arrancó una versión a capella de “Sopa”, con Fargo marcando la melodía y el público ayudando en los coros.

Gran Martell está en una posición donde puede darse estos gustos, modificar sus canciones, sin que eso afecte lo que hacen sobre el escenario. Y eso queda demostrado en la respuesta de su público.

Esto también quedó reflejado en la siguiente canción, esa fina versión de “Vete de mi, cuervo negro” de Almendra. Fargo tira la carne al asador y da rienda suelta a todo su arsenal de riffs y efectos.

“Ojos desiertos” (“este tema le dio título mi hijo”, reza Jamardo) entra dentro de los temas más emocionales y “diferentes” del grupo. El estallido ocurre de otra manera: desde adentro.

Jamardo también tiene su momento, cuando cerca del final queda para hacer un tremendo solo de bajo, a puro slapping. ¿Qué no puede hacer este hombre?

Parece poco, pero se despacharon con una lista de temas completa, y que redondeó la hora y veinte de música. Gran Martell es una banda que tiene que tocar más seguido, su fuerte está allí. Espero que el deseo sea escuchado.

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