Giro oportuno

Tras los dos shows en Boca Juniors en marzo de 2005, el músico neoyorquino regresaba a nuestro país, aunque el contexto ya no era el mismo, principalmente porque sus últimos dos discos “It is time for a love” (2008) y el reciente “Black and White America” no habían despertado la pasión de los anteriores. La gran oferta de shows internacionales, otro factor que también repercutiría en la convocatoria.

Mucho groove

Con influencias de rock, pop y folk de los ’50 y ’60, Deborah de Corral interpretó canciones de su debut “Nunca o una eternidad” como “Algo” e “Irreal”. Si bien estas melodías de corte radiable y algo tristes suenan medio frívolas, la bella Deborah sorprendió por su cálido tono de voz y por su amabilidad en escena.

El ex cantante del grupo chileno La Ley, Beto Cuevas se reencontró con sus seguidores después de dos años. Intercaló melodías del debut “Miedo escénico” (2008) junto a clásicos de su ex banda como “Aquí” y “Mentira”. Ahí, las voces de la masa tomaron protagonismo. También hubo espacio para “Amor y actitud”, una nueva canción dedicada al movimiento de estudiantes chilenos para fomentar la educación pública para todos.

Con un gran descenso de la temperatura, Lenny Kravitz salió a escena a las 22, encapuchado y con anteojos negros, al ritmo de “Come on get it”, el track 2 de su placa de 2011. Desde el acorde inicial, un sonido brillante acompañó a una banda que juega y deleita en función del neoyorquino. Cada aporte de virtuosismo está puesto en el lucimiento de Lenny, tal como sucedió en los éxitos, “It ain’t over ‘til it’s over” y “Mr. Cab driver”.

Sin embargo, Kravitz trata de darles espacio a sus músicos para que demuestren sus conocimientos y su swing al ritmo del soul, del funk y del rhythm and blues. Craig Ross, guitarrista histórico de la banda, es parte esencial de la propuesta, y junto al trío de vientos causaron admiración en los presentes. La bajista Gail-Ann Dorsey y el baterista Franklin Vanderbilt tampoco se quedaron atrás, y le proporcionan el groove ideal.

Con más de 20 años de trayectoria y nueve discos de estudio, a Lenny ya poco le importan los cuestionamientos hacia su música. Eso se nota arriba del escenario, donde se lo ve disfrutando, cosa que repercutió a la hora de la interpretaciones de “Believe”, “Where ar we runnin’” y “Fly away”, por citar algunas.

Si bien el show estaba generando un buen clima, no era acorde a lo imaginado. La histeria femenina estaba algo oculta dentro de un clima fresco, y ni siquiera himnos como “American Woman” y “Always on the run” habían podido despertarlo. Ahí es donde apareció el carisma natural de Lenny para dar un vuelco en la energía del público.

El primer movimiento lo dio con “Are you gonna go my way”, cuando provocó que el maldito campo vip y el común se unan y se enloquezcan en la parte rockera con saltos intensos. Pero eso solo fue el comienzo de un gran final. Tras un pequeño descanso, la banda se sentó en la punta del escenario e interpretó una cálida versión de “I belong to you”, donde las voces de los fans tapaban a la del propio Kravitz.

Fue un paso más allá y bajó a las vallas para cantar junto a ellas “Again”. Todo el estadio entonó a capela las estrofas del estribillo, forjando un temple sensible y conmovedor. Ahora sí, todo el mundo se iría feliz. Sin embargo, Lenny se guardaba un regalo más para sus fieles seguidores.

Rompió esa barrera del campo vip y común, y caminó entre las vallas de ambos sectores saludando al público, que observaba con emoción y locura tal actitud. Esto sucedió mientras la banda zapaba “Let love rule”, de su debut de 1989. Ya nadie se había acordado del viento fresco, sus cabezas solo recordaban el momento cúlmine.

Kravitz supo reaccionar a tiempo, y convirtió un show correcto por uno que será recordado. Dio el plus necesario que el espectáculo le pedía para provocar ese cierre inolvidable. El desinterés por sus dos discos más recientes quedaron anulados ante una decena de hits y su gran manejo de masas.