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Ganas clausuradas
El estadio del Club Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó (GEI) fue clausurado anoche (sábado) por un juez de esa localidad. Y el Festival Oeste Rock finalmente tampoco pudo ser. La plata de las entradas se devolverá en los mismos puntos de venta, falta que se confirme a partir de qué día se podrá hacerlo.
“Pasa que el lugar no está preparado para recibir demasiada gente”, repetía un policía sin uniforme en la puerta del estadio esta tarde. “No hay salida de emergencia, ni un matafuegos encontrás acá”, seguía como queriendo explicar lo inexplicable. Es que hasta ayer nadie se había dado cuenta. ¿Qué pasaba si había un incendio mientras se llevaba a cabo alguna de las competencias de patín, o partidos de voley o handball de esos que suelen hacerse ahí mismo periódicamente? “Ah no, pero ahí, nada que ver la gente, digo, la cantidad de gente”, se corrigió enseguida el mismo hombre de la bonaerense detrás de sus anteojos espejados.
En fin, se dieron cuenta ahora, justito antes de un recital que no era bien recibido por los vecinos de la zona. Tampoco por el juez que tuvo mucho (¿del todo?) que ver con la medida. ¿Un detalle? Vive exactamente enfrente de la puerta de acceso al predio, sobre la calle Lavalle al 1100.
El bajón de la noticia lo recibió el sábado por la noche (¡un día antes!) el organizador del Festival, PABLO VALENTE, que desde tempranas horas del domingo, ponía la cara junto con sus “dos manos” colaboradoras, VERONICA TABASSO y CECILIA HENING, ante las decenas de jóvenes que iban llegando con sus cantos y sus banderas.
Decenas que llegaban puntualmente, rondando las 16, pero que con el pasar de las horas se transformarían en cientos y por qué no, en miles de fanáticos que no llegaron a enterarse que las ganas de oír y ver a sus bandas quedarían entre esas mismas banderas que no llegaron a desplegarse o se estamparían en las precarias fajas que fueron puestas en las uniones de cada una de las puertas del GEI.
Según TABASSO “si hubieran querido encontrar irregularidades para la clausura, seguramente las hubieran encontrado, siempre lo hacen; pero acá ni siquiera fue hecha la inspección, de golpe decidieron que no se podía, y no se puede”.
Además de esto, la explicación que recibió VALENTE fue que los vecinos se habían quejado por el ruido que iban a generar y por el miedo que tenían de que se armara lío con la gente. “Lo que no quieren entender es que lo que creen la solución va a resultar exactamente lo contrario, y eso es lo que más me preocupa, lo que quiero evitar, porque acá se puede armar una grosa”, comentaba el también manager de NATIVO. “Porque ahora hay unos pocos grupos de pibes que siendo las cuatro se vuelven, puteando, sí, pero se la bancan; ahora, a las diez de la noche, cuando sean muchos más, lleguen de más lejos o medio en pedo yo no sé si se la van a bancar. No, no se la van a bancar, y ahí los quiero ver tratando de desalojar la zona”.
“Clausurado”. Con esa palabra se desvanecía por completo la ilusión de ese festival en el oeste que se venía organizando hace algo más de dos meses. Ya se había frustrado la cita en Morón, donde, por problemas a nivel gerencial del Club Atlético de Morón, donde se iba hacer, los encargados decidieron abrirse y mudarlo a Ituzaingó. El contrato fue firmado y hasta el llamado que recibió VALENTE desde la Bonaerense, todo marchaba okey. Pero las cosas se dieron vuelta una vez más, y fue demasiado tarde para avisar tanto a la gente como a los medios. Apenas si llegaron a enterarse –sin detalles de las causas por el momento debido a la urgencia del aviso- las más de veinticinco bandas que se presentaban entre el domingo y el lunes.
Hubieran sonado nombres como INTOXICADOS, NATIVO, KAPANGA, A.N.I.M.A.L., LA COVACHA, MANCHA DE ROLANDO, LOS VIOLADORES, LA 25, RATONES PARANOICOS, LA ZURDA, CABEZONES y VITICUS, por sólo nombrar algunos. Pero no. Una vez más, nuestros señores gobernantes decidieron que no iba a ser bueno que sucediera. Bajaron el dedo y no sucedió. Cuando se le solicitó a la benemérita policía bonaerense que mandaran un patrullero o entre cinco y seis de sus hombres para custodiar la entrada y salida del show, se negaron porque, según le aseguraron al mismo Valente, “los domingos los dedican a la familia”. Lo paradójico es que esos cinco o seis, con la cancelación repentina, se multiplicaron por seis o por siete, y el riesgo es ahora mucho mayor.
Como decía, nuestros protectores desde el Estado dijeron “no”. Y es “no”. Sólo dos cosas quedan por verse: cuándo vuelven a habilitar el estadio, seguiremos de cerca las medidas exigidas para hacerlo, y, lo más importante, que la desconcentración de los recién llegados al lugar, no salgan lastimados. Ya sabemos quiénes son los que pagan el precio más alto cuando de medidas judiciales y/o policiales se trata. Hasta las seis de la tarde, la tarde del domingo seguía tranquila, con la plaza de Ituzaingó colmada de jóvenes ¿turistas? que se resignaban a esperar una especie de milagrosa revocación de lo que pasaba.
Y una cosa más. También lo dijo PABLO VALENTE, entre la bronca de la impotencia frente a la situación y los reclamos en el tono justo, pero con la mirada llamativamente serena: “Ni quiero pensar la guita que perdí en esto, pero ya fue, no es lo más grave. Además, las cosas por algo pasan, y ya habrá oportunidad para una revancha, de eso estoy seguro”.
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