RESEÑAS

Fuego y metal en las mentes

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Nos resignamos a ir a los recitales irrisoriamente temprano. A ver a las bandas tocar a las nueve y media de la noche, a lo sumo a las diez. Y después del concierto, a mirarnos las caras y preguntarnos qué hacemos: a tomar algo o, más triste aún, a dormir. Añoramos aquellas madrugadas en las que salíamos de Cemento y, asombrosamente, descubríamos que nos recibía el sol y que la luna que nos había acompañado a la entrada ya no estaba; entonces sí nos íbamos conformes a la cama.

Hace un tiempo, Ricardo Iorio se quejó en medio de un show: “¿Quién lo iba a decir? Almafuerte tocando a las diez de la noche, a la hora de soplar las velitas de un cumpleaños infantil. ¿Y qué hacemos después de acá, nos vamos a bailar cumbia con los monchos?”.

Discriminaciones al margen, Iorio tiene razón. Y es por eso que el sábado, en Asbury, se vivió una jornada extraña para estos tiempos del rock en Capital: Metralla, el grupo de Hugo Benítez, primer cantante de Horcas, hizo su primera presentación del año para los porteños y arrancó con lo suyo a las cuatro de la mañana.

Antes, tocaron unas cuatro bandas, todas por supuesto de heavy, que se fueron agregando sobre la hora a la única confirmada de antemano: Criptal, que enseñó las canciones que componen a “El amanecer de la esperanza”, su primer disco.

Era raro eso de que sean las dos de la mañana y estén todos los muchachos sentados sobre el cordón de Rivadavia, próximo a la puerta del lugar de encuentro, compartiendo cerveza y charla. Pero así fue no más. Ropa negra y sólo negra, melenas largas, cuero por doquier y una sensación, un deseo fácil de percibir: queremos metal, carajo, y que nos destruyan los oídos y nos taladren los cerebros.

Uno de los conjuntos que actuó en la previa al número central se destacó del resto, no tanto por su arte sino por su peculiaridad: se habla de Refuse y se apunta a su cantante, cuya voz en acción es la más parecida a la del monstruo más feroz y demoníaco creado en la historia de la ficción campeona en sadismo y retorcimiento. Alguno, con malicia, festejó cuando en la tercera y última pieza se llamó a silencio y se limitó a ejecutar su guitarra en un muy buen instrumental de larga duración.

Ya habían pasado las cuatro de la mañana; era el momento en el que se hacía necesario y así fue: Metralla, al fin, sobre el escenario. De inmediato, las energías en el lugar se renovaron por completo, para disfrutar como corresponde de una buena hora de thrash metal.

El grupo continuó mostrando las canciones de su primer y único disco, “Fuego en las mentes”, y también no dejó de hacer cosas de Horcas, como “Ardiendo en llamas”. Además, Benítez anunció a “Peligro de extinción” como un adelanto del próximo álbum, que saldría este año.

Durante la más de una hora que duró lo de Metralla, tanto arriba como abajo de la tarima, las melenas no dejaron de moverse al compás del vaivén de los riffs; había que ver cómo esas cabezas y pelos largos en fuego iban y venían de aquí para allá en perfecta armonía con la potencia de la música; por su parte, este cronista lamentó tener el cabello más bien corto, ya que no pudo sumarse por igual a la masa poseída en ese sano y divertido ritual.

No se puede dejar de comentar, tampoco, algo acerca del pogo que se armó. Con decir que fue violento tal vez alcance, aunque quizás sea más justo señalarlo como una cita sólo para guapos, en la que se veían patadas, trompadas, empujones e infaltables abrazos de reconciliación, luego del combate.

El final llegó de la mano de “Solución suicida”, clásico del segundo disco de Horcas, “Oid mortales el grito sangrando”, que precisamente hoy la banda en la que canta Walter Meza y toca el bajo Topo Yañez reversiona en su flamante producción, Reviviendo Huestes.

Todo había terminado. Los heavys salieron de Asbury satisfechos porque tuvieron el metal que fueron a buscar, porque sus orejas y cerebros fueron embestidos por la fuerza de la música pesada. Y porque, asombrosamente, en la puerta se encontraron con que el cielo no estaba oscuro como lo dejaron al ingresar y, entonces, aceptaron conformes que ya era hora de ir a la cama, a descansar oídos, cabezas y cuerpos repletos de moretones.

Redacción ElAcople.com

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