RESEÑAS
FITO en blanco y negro

Quince minutos habían pasado de la hora señalada. En ese momento, cuando son las nueve y cuarto de la noche, se apagan las luces lentamente, aumentan los aplausos, se corre el telón y el dueño de la ovación sale enfundado en un elegante traje negro.
Es él señores: FITO PAEZ. Ese que dejó de ser tecladista de, que dejó se usar el pelo largo, que dejó a Cecilia Roth (no se si él a ella o ella a él, pero el hecho es que no están más juntos) y que adoptó los gestos propios de una caricatura de artista bohemio. Por momentos irritante y por momentos simpático, no es ridículo, ni esa es una postura adoptada. Es simplemente su modo de actuar y a los fanáticos les encanta.
A la oscuridad de su traje la rodea el negro del fondo del escenario y la lírica de “Desarma y sangra”. El público estaba entregado. Cuando la gente está dispuesta a aplaudir y celebrar todo (absolutamente todo) no hay otro calificativo. Las ganas de los fieles por ver a PAEZ eran grandes y eso se notó. Y cabe resaltar que a la hora de cubrir expectativas, FITO no decepcionó a sus seguidores con un show imponente desde lo sonoro.
Del piano al micrófono, dejando lugar a la orquesta que aparece en el segundo tema de la noche –“Romance de la pena negra” de GARCIA LORCA- y tomando una guitarra electroacústica, el rosarino se movió con comodidad por el escenario transitando una lista densa -emocional y sonoramente hablando- que incluyó “Bello abril”, “Carabelas nada”, “Ambar violeta” y una versión -de resultado dudoso- del tango de ENRIQUE CADICAMO “La casita de mis viejos”.
Pero la luz llegaría y el negro tornaría a blanco. No hubo un cambio ni de escenografía ni de vestuario. Pero el murmullo tomó forma de coro y los aplausos dejaron de estar sentados y tímidamente se fueron poniendo de pie. La seguidilla “Once y seis”, “El chico de la tapa”, “Al lado del camino” y la gran versión en guitarra electroacústica, bajo y batería de “Ciudad de pobres corazones” fueron un adelanto, a modo de aperitivo, del momento más caliente de la noche.
Y el climax no fue precisamente el pedido de FITO para que todos levanten sus celulares encendidos y los sacudan en “Brillante sobre el mic”, que dicho sea de paso, generó una escena tan pintoresca como snob. Pero bueno, rescatemos que las voces de los presentes se sintieron y PAEZ, en su rol de director coral, también los hizo protagonistas de “Muchacha ojos de papel”, a la que presentó como “una hermosa canción de uno de los mejores autores del mundo… LUIS ALBERTO SPINETTA”.
Se vino “El otro cambio, los que se fueron” de LITO NEBBIA que antecedió a los hits que siempre traen claridad a las listas de los shows experimentales. El primer corte de “El Amor Después del Amor” –“Tumbas de la gloria”– se le pegó a “Lo que el viento nunca se llevó”, quedando así para el final, la dupla “Naturaleza Sangre” y “Mariposa tecknicolor”. De este modo, se cerró el telón y tras unos minutos llegaron los bises.
“Las palabras” del flamante “Moda y Pueblo”, “Un vestido y un amor” y “Dar es dar” fueron el epílogo de este show que con un “Chau, che, la verdad me hacen muy feliz” se terminó definitivamente.
Esa fue la culminación de un show que tuvo sus momentos oscuros y sus momentos de brillo, donde lo sonoro fue impecable. Que dejó como saldo a fans que se retiraron con un puñado de nuevas versiones, aunque algunas no hayan sido muy logradas. Sin embargo, hubo un riesgo y en un contexto de música nacional donde la chatura abunda, que alguien intente dar algo más, suma. Aunque uno no salga fascinado ni sea devoto del rosarino, vale la pena ver un show donde las fórmulas del éxito fueron dejadas de lado.
Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión