RESEÑAS
Fiesta de aniversario

Hace diez años, en Mataderos había un vecino cuya familia eran unos tres monos; entrabas a la casa y, entre bananas y pelos, te pasaba corriendo un simio por un lado y veías a otros dos más sentados en el patio, rascándose las cabezas uno a otro.
También había unos gitanos en un caserón, siempre mirando temerariamente para todos lados, y un judío que dejaba estacionado el auto cerca de donde los pibes jugaban a la pelota mientras dormía la siesta; después, se levantaba y examinaba minuciosamente que no hubiera ningún bollo en su tesoro.
Había, en la esquina de Gregorio de Laferrere y Corvalán, al lado de un kiosco donde se vendía más droga que golosinas, una fábrica abandonada con las paredes llenas de pintadas rockeras: Pappo, Sumo, Los Redondos, Viejas Locas, Jimi Hendrix, The Rolling Stones, Nirvana y Metallica. Y, por supuesto, La Renga en esa y en todas las esquinas del barrio.
Además, una década atrás, en Mataderos había una banda de amigos que no hacía más que pasar sus horas en un garaje, fantaseando ese primer disco que los llevara a leerse en esa pared de aquella fábrica abandonada. Ellos se hicieron llamar Andando Descalzo y ese álbum (homónimo, siguiendo la costumbre rock) se hizo tan real que el viernes, en Niceto, el grupo festejó su décimo aniversario.
Mucha gente fue a ver el show, la suficiente como para hacer del lugar algo un tanto asfixiante; encima, el conjunto no se caracteriza por canciones que no muevan sino todo lo contrario. Y las personas bailan y saltan mientras las oyen, pero sobre todo lo primero y como si fuesen expertos; bailan la cumbia de Andando Descalzo, y el cuarteto y el rock y todo eso junto que hace la banda también. Y eso suma calor, ardor, sudor pero ¿qué importa la asfixia letal si llega entre chicos y chicas transpiradas, pegoteándose alegre y sensualmente?
“Esto fue una apertura retro, hace diez años abríamos así”, contó Juani, la voz, después que el grupo arrancara con “Busco” y el temazo “Pasó y se fue”. Tiene temazos Andando Descalzo, de este disco homenajeado y de todos sus discos, y por supuesto esta es la razón principal por la cual el viernes el recital fue tan bueno, por las canciones; “Un mundo”, “Judas Priest”, “Volveré”, “Flor”, “Andar”, “Impulso”, “Cuando llueve”.
Pero también las canciones se sostienen con trabajo, y la banda labura y cómo; todos los temas de diez años atrás fueron presentados de otra manera, con otros tiempos, arreglos y cambios; algunos rápidos pasaron a ser lentos y viceversa. Así, por ejemplo, se escucharon versiones diferentes de El día y “Distinto” y de “Conformidad” y “Busco”. “Llorar que resolver”, dedicada al padre del cantante, incluyó cajón peruano y guitarra acústica.
Hubo invitados el viernes: Limón de Vía Varela apareció con su voz ronca para cantar “Cachivache”, como lo hizo en el último disco del conjunto, “La quinta armonía”. Lucía aportó violín a “Náufrago”, Lucas Villafañe de Karamelo Santo metió acordeón a “Mi golosina” y hasta la Orquesta Itinerante surgió en el medio del público para hacer temblar todo con sus bombos y su murga. Y sí, la gente demostró que también sabe cómo se baila murga.
Como de costumbre, Juani se comió el escenario con su arrolladora energía y su don de frontman; corre de acá para allá, se arrastra por el piso y vocifera inocencia de adicciones, se apoya el micrófono sobre el corazón y simula electrocutarse en vivo, habla con las luces. Y hasta regala canciones: “Esta no estaba en la lista, pero es un regalo porque se lo merecen”, dijo tomando del hombro a la demagogia. Y el grupo se despidió con uno de sus grandes temas: “El marinero”. Alguno de todos los que pasaron una gran noche el viernes gracias a la banda, debería ir a la esquina de Gregorio de Laferrere y Corvalán y, si aún no está, estampar sobre la pared de aquella fábrica abandonada: Andando Descalzo.
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