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El viaje interior

A esta altura el Samsung Studio podría ser la segunda casa de Mark Lanegan; un espacio reducido para un par de personas que son las incondicionales del cantante. Esta es la tercera visita, todas completamente diferentes entre sí, en un marco similar. La primera fue con su compañero Greg Dulli, hoy en los reunidos Afghan Whigs. La segunda fue una velada acústica en el mismo Samsung Studio. Y esta vez acompañado de su banda para presentar “Blues Funeral”, su primer disco solista en mucho tiempo.
Mark Lanegan es un tipo rodeado de misterio; viene del rock alternativo pero está más cerca de ser un crooner. Algo entre Tom Waits y Leonard Cohen. Un tipo de eterno negro que no dice una palabra en toda la noche, que solo abre su boca para sacar ese vozarrón mientras se aferra a su micrófono. Mira hacia abajo, casi como pidiendo disculpas, excepto cuando para la canción, alza la vista e intimida; mira desafiante como diciendo ¿quién osa a pedirme algo? Porque esta es la noche de Mark Lanegan solista. ¿Tenemos que nombrar todas las bandas y proyectos por las que dejó su huella? No va a haber mucho de Screaming Trees ¿Querés canciones de Queens of the Stone Age? No seas hereje. Nada de sus proyectos con Isobel Campbell o Soulsavers o Gutter Twins o Mad Season o un largo etc. Si uno se pone a enumerarlos, debe tener más trabajos que Mike Patton y Bruce Dickinson juntos. Pero nadie se entera; el eterno síndrome de estar siempre a destiempo, y por lo general adelantado. ¿No fueron los Screaming Trees la primera banda grunge? Que el único tema que haya seleccionado de su ex agrupación sea “Crawlspace” funciona casi como un chiste. Una canción que nunca salió a la luz hasta el año pasado, cuando se recuperaron las últimas grabaciones del grupo.
Seguir la propuesta de Lanegan es muy difícil. En un estilo como el grunge, donde el camino natural es ir por lo acústico, él opta por la electrónica. No es que sea David Guetta, estamos hablando de otra electrónica. No es imposible imaginar una colaboración con Massive Attack, por ejemplo. En vivo cada uno va por su lado: los samples electrónicos que se disparan, la banda que ejecuta una especia de post rock cristalino y Mark que canta sus blues sucios de madrugada. Y de ese coctel sale una propuesta más que interesante, que hasta se puede bailar si uno se lo propone.
El repertorio se basa en la última década del cantante. Algunas de las canciones más injustamente ignoradas de esta década infame: “When your number isn’t up”, “Resurrection song”, “One Hundred Days”. Podríamos hablar de muchas influencias y nunca acertaríamos. Él no es heredero de nadie, es un tipo salido de la calle, repleto de tatuajes carcelarios que canta sus lamentos.
Hablar de un concierto de Mark Lanegan es muy complicado. No pasa mucho en el escenario. No hay comunicación ni despliegues de virtuosismo. Ir a ver un show suyo tiene que ver más con una experiencia de cómo uno recibe esa música que desafía al espectador a permanecer en silencio, cerrar los ojos, imaginar y dejarse llevar. ¿Hace cuánto no haces eso?
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