RESEÑAS

El under de Belzhebú

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Entrando por una calleja de tierra, pasando por al lado del galón de vidrios rotos, llegabas al Rancho guiado por un folleto o volante publicitando un recital prometedor: GARCAREA (presentando su nuevo EP), DISMADRE (grindcore poderoso y suburbano) y bandas invitadas y sorpresa. En el volante se agradecía a un tal VICTOR.

El público estaba constituido por gentes de diversas cepas, todos metaleros y satanistas, pero de distintas cepas. Los había impecables, temerosos de las manchas y finamente peinados con gel; los que más que personas parecían orcos del Señor de los Anillos, con cicatrices y hediendo a alcohol y almizcle; el clásico metalero con su señora metalera y su hijito (futuro metalero), y uno mismo: metalero y satanista, pero desprovisto de aspecto o uniforme catalogador. Además estaba VICTOR, supuesto propietario del rancho e inquilino de la piecita de donde salían los cables que enchufaban todos los equipos y demás bártulos.

La gente cabecea al ritmo rabioso y desparejo de una batería acompañada de un zumbido. La banda en escena está compuesta por solo dos integrantes y deja al noise tan pequeño que más de uno habrá agradecido que el evento fuera completamente gratuito.

Esta banda la va a pegar, dice VICTOR desde el fondo del lugar. El anfitrión y señor de la comarca satanista se había estado peleando por una damajuana con un viejo que parece ser el padre. Convida vino y sigue su camino entre la gente.

VICTOR empuja al guitarrista que aún no se decide a cantar y profiere alaridos dignos de los torturados del Averno. Ruge cosas inteligibles y escupe al baterista para que toque más rápido. Y ratatata batería Uzi y más rápido y gritos y una distorsión más podrida que la carroña del infierno. La gente parece satisfecha y arranca en un pogo salvaje que termina de desenchufar los equipos conectados a la habitación del fondo. VICTOR se enfurece y patea a quien se cruza en su camino, conecta los equipos y hace como si nada.

El público aplaude rabioso y babeante. Los orcos sudan su porquería y corren el riesgo de los golpes del anfitrión al acercarse. Se desenchufa de nuevo todo y, en un alarido de agonía e indignación, VICTOR arroja un certero puntapié al bombo de la batería, que se clava al pie del baterista destruyendo el parche. Podría pensarse que ese tipo de música puede prescindir de la parsimonia del bombo, pero la gente de DISMADRE, titulares del instrumento, creen lo contrario y arremeten contra el agresor. Pequeña gresca que termina con VICTOR maltrecho en un rincón.

El recital se retoma con una pequeña marcha fúnebre ruidosa y destartalada por parte de lo que queda de la banda. La gente de DISMADRE, pronta a tocar, empieza a planear una solución para el tema del bombo, pero son interrumpidos por VICTOR, que arremete contra todos profiriendo blasfemias borrachas y agitando con una mano su damajuana y con la otra un palo parecido a una lanza. Nadie sabe cómo hizo el cavernícola ese para recuperarse de la golpiza, pero se lo nota fuerte en su metro noventa de altura. Hora de cerrar.

La lanza es arrojada contra uno de los integrantes de DISMADRE aparentemente, pero rebota en una columna y le pega en la cara a uno del público, que empieza a sangrar profusamente (la sangre finalmente se hace presente entre tanto diabólico). Acusaciones cruzadas entre borrachos y finalmente la chispa que desata la debacle: la damajuana de VICTOR cae al piso y desparrama vino y vidrios por el suelo…

El recital terminó suspendido hasta nuevo aviso. Es probable que después de que se recuperen de la golpiza que se propinaron, VICTOR, su padre, DISMADRE, GARCAREA, el metalero padre de un hijo y su señora, entre todos, vuelvan a organizar otro reci en ese mismo lugar para presentar el EP y desatar su grindcore furioso.

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