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El rock como profesión

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Blue Öyster Cult fue y siempre será de las bandas que la tuvieron que pelear, más allá de ser una clara influencia para mucha gente. Tiene fans que van desde Metallica a Homero Simpson pero nunca tuvieron el status de Rush o Pink Floyd. No entran en la categoría de leyenda y no tienen el estigma de banda de culto. Es un secreto bien guardado y siempre lo será. El Roxy live está, no lleno, pero bien poblado por gente que buscó un poco más en los arcones del rock. No es un show de pose al que se puede ir a ver qué onda. No, acá los presentes saben lo que va a ver y lo esperan desde hace años.

Alrededor de las 21:30 sale la banda. No hay histeria entre los presentes; es el público respetuoso que se presta a escuchar, una práctica a veces olvidada entre los más jóvenes. Están los dos históricos: Buck Dhama (guitarra) y Eric Bloom (voz y guitarra); Jules Radino (batería) y Richie Castellano (bajo) llevan ya años en la banda, pero el aditivo más especial es la incorporación del legendario Rudy Sarzo, bajista de Dio, Whitesnake, Quiet Riot, Ozzy. ¿Hace falta presentarlo realmente?

La excusa del show no es otra que la recorrida de más de cuarenta años de carrera. Hace más de diez que no hay disco nuevo, asi que el concierto es a puro clásico. Momentos rockeros como Golden age of leather o Burnin for you se mezclan con otros más ligeros, de épocas ochentosas que toda banda rockera ha pasado. Pero la mayoría del show transita por el rock, con grandes despliegues instrumentales. Los tres guitarristas cambian instrumentos y liderazgo en las voces en todo momento. Lo curioso es el lugar que dejan los históricos para que los nuevos se luzcan. Definitivamente,Rudy Sarzo es la estrella y al momento de su solo en el medio del clásico Godzilla se despacha con pequeñas partes de canciones de las bandas que ha integrado.

Ver a estos músicos en vivo genera la misma sensación que se tiene al ver a Deep Purple: señores mayores pasándola bien y rockeándola un rato, sin tomarse nada demasiado en serio. Durante Don’t Fear The Reaper, su clásico más grande, se parodian a sí mismos emulando un poco un tradicional sketch de “Saturday Night Live” que los tiene como protagonistas.

Después del final con Hot rails to hell uno piensa en el gusto que se acaba de dar. Aunque siempre tarde, es un placer tener la posibilidad de ver a artistas que uno no imaginaba. Y el gusto de ver bandas que todavía tienen el oficio de músico: tipos que se juntaron a tocar algunos temas un día y 45 años más tarde todavía siguen con la misma mentalidad. No fue en el evento rockero del año, ni el que va a ganar en las encuestas de fin de año, pero para los presentes seguro fue un show que marcó diferencia.

azafatodegira.com

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