RESEÑAS

El quinto Metallica

Por  | 

Se apagan las luces y River queda negro, como los pantalones y las remeras del público, que siente que está por comenzar lo que será el mejor recital de su vida. Se ven las pantallas, enormes; la más grande, ubicada en el medio, abarca todo el escenario que pisará la banda; a los costados, izquierdo y derecho, dos más. Comienza la proyección de “The Ecstasy of Gold” y su video; la canción corresponde a la película favorita del cantante del grupo, “El bueno, el malo y el feo”, un western italiano de 1966 protagonizado, entre otros, por Clint Eastwood.

Mientras tanto -y como si todavía un recital los pusiera nerviosos-, el guitarrista practica por última vez algún punteo y hace flexiones de brazos, el cantante prueba su afinación y lanza golpes de puño al aire, ante la atenta mirada del bajista, que prueba la flexibilidad de sus piernas; finalmente, el baterista reúne al conjunto en un círculo de abrazos y profiere un discurso. Por su parte, la introducción, que anticipa un momento de tinte épico, termina y, entonces sí, el estadio vuelve a iluminarse y muestra a ¡Metallica! en acción: “Creeping Death” y “Ride the Lightning”, dos temas que ya tienen más de veinticinco años, principian el recital.

Pero la antigüedad de esas canciones es pertinente al concierto, a pesar que la banda haya venido a Argentina a presentar su último disco, “Death Magnetic”. Y es que la primera de ellas habla sobre las diez plagas de Egipto y la segunda acerca de la silla eléctrica; por supuesto, el denominador común es la muerte, mencionada directamente en el título del álbum en cuestión, cuya tapa es un ataúd. “¿Están listos?”, grita James Hetfield antes de que comience la tercera pieza, “Fuel”. Se advierte, desde ya, que el show será demoledor.

En 2003, se sabe, Metallica suspendió su llegada al país, por “agotamiento físico y mental”. La decena de miles de personas que devolvieron la entrada se sintieron decepcionados, e incluso iniciaron una relación de odio con el grupo. Al respecto, un cursi Hetfield dice: “Hace casi diez años tendríamos que haber tocado aquí, pero no lo hicimos, no se dio, no era el momento. Les rompimos el corazón. Pero esta noche estamos aquí para curárselo”. Y, de inmediato, empieza “Sad But True”. Enseguida, el sentimiento es unánime: perdonados. Hay que verlo a Robert Trujillo, que avanza con su bajo como un monstruo, con expresión de que se comerá a cualquiera que le impida seguir yendo así como lo hace, pisando fuerte, encorvado, agachado.

Antes de este clásico de casi veinte años de historia, se oyeron dos temas de “Death Magnetic”, por cierto los dos primeros del disco: “That Was Just Your Life” y “The End Of The Line”. Y después de “Sad But True”, otros dos más: “Broken, Beat & Scarred” -dedicado por Hetfield a los fanáticos fieles de la banda- y “The Judas Kiss”, que Lars Ulrich cantó sin cesar. Por cierto, hay que confirmar que es verdad que la batería de Ulrich hace vibrar el pecho de los espectadores. Se trata de una experiencia que vale la pena. Una lástima, por otra parte, que la selección del repertorio de “Death Magnetic” de esta fecha no incluyera “All Nightmare Long”.

Antes que inicie “One”, los músicos se retiran y de aquí y allá salen fogonazos, como expulsados por cañones, y algunos fuegos artificiales que llegan hasta el cielo; por último, unas llamaradas que alcanzan a quemar los rostros del público y, entonces sí, el cantante se ubica en lo que sería el primer piso del escenario y desde allí hace lo suyo, con sus compañeros debajo. Pero cuando el tema arriba a su tiempo violento, Hetfield se une al resto, y ahora se inicia lo que será el momento de mayor fuerza de la noche, porque las canciones que siguen son “Master Of Puppets” y “Battery”.

Ya en el tramo final, el cantante presenta a “su amigo Kirk Hammett, el destripador”, que prologa con su guitarra el instante más delicado de la noche, otro clásico más: “Nothing Else Matters”.

Posteriormente, agachado, próximo a una cámara, Hetfield enseña a través de las pantallas el tatuaje de la primera letra de Metallica en su mano izquierda y hace cuernitos. Y al instante sobreviene el máximo estallido del concierto: “Enter Sandman”. No hay ni una persona en el estadio que no esté saltando, lo que provoca un temblor memorable. Nuevamente, hay que mirarlo a Trujillo, que ahora parece un monstruo incluso más grande y más hambriento.

Para el fin del recital queda, además del último de siempre, “Seek and Destroy”, el cover de Queen “Stone Cold Crazy” y “Fight Fire With Fire”, otro más del álbum “Ride the Lightning” y la mayor prueba de aquello de que la batería de Ulrich hace vibrar el pecho.

Los músicos se despiden largamente; dicen algunas palabras en castellano, hacen flamear una bandera argentina, regalan púas y palillos, saludan, profesan su amor por el público y prometen volver pronto, de seguro en menos de diez años.

En una entrevista, Ulrich se refirió a Metallica como algo que tiene vida propia, que va más allá de Hetfield, Hammett, Trujillo o él, y explicó que el integrante más importante de la banda es lo que él llama el quinto miembro. Este quinto Metallica podría ser algo así como el espíritu del conjunto, el que les provee el poder, la fuerza y la energía que éste ostenta en cada concierto. En River, por fortuna, se advirtió la presencia del quinto Metallica, de este espíritu brutal; se sintió aunque no se haya visto. Y es que ya se sabe: los espíritus no se perciben con los ojos.

¡Y también!
La lista de temas

Redacción ElAcople.com

1 Comentario

Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión