RESEÑAS
El poder de la mentira

Demasiada camiseta y cada vez menos gambeta. Así versa Andrés Calamaro en uno de sus mejores temas. Y con ese mismo sabor uno se puede referir al festival en sí y puntualmente al show de cierre, dado por No Te Va Gustar, Auténticos Decadentes y el propio Andrés.
Es que los mercaderes que están detrás de la movida te venden gato por liebre. Eso sí, si pagás 130 pesos. Por ejemplo, ese arco luminoso y miamesco que ofició de entrada en los días que duró el festival, al que se llegaba después de una larga caminata por álgidas calles sin numeración. Incluso llegar a la zona es muy complicado si uno no posee un vehículo propio que no sean las piernas. Quizás el plan de los poderosos sea aislar al rock. De la misma manera en que una serie de gobernantes decidió que un nutrido grupo de personas hicieran lo que pudieran y se aislaran en el asentamiento que le da la espalda al stage principal del Pepsi. No caben dudas: esta gente merece más dignidad y atención que nuestro reclamo. En definitiva, el lugar, la ex Ciudad Deportiva de Boca Juniors, no garpa para este tipo de acontecimientos. Ni para ningún otro, por el momento.
El sonido ofrecido también entra en la estafa. Era bajo, volátil, sin cuerpo. Como cuando se descona uno de esos parlantes baratos que vienen con los domésticos equipos de música, supuesta tecnología de punta. ¿Pantallitas? Un montón, una mejor que la otra; algunas con realmente buenas gráficas (por ejemplo esas rojas y negras que simulaban ventanas y personas. Si fuiste, sabés de qué estamos hablando. Si no, youtubeá… o no importa, dejalo así que no te perdés de nada).
Ah sí, los recitales. Quizás el público del festival se merezca todas estas pálidas. Un público demasiado ATP, con todo lo negativo que eso trae. Un público pasivo, que se prende en todas las arengas, que se pone los anteojitos 3D y que le da igual lo que pase arriba del escenario. Ese marco tuvo la participación de NTVG (que presentaron su nuevo disco, el sexto, “Por lo menos hoy”) y los Decadentes, con la metralleta de hits siempre caliente: “Corazón”, “Un osito de peluche de Taiwán”, “Loco (Tu forma de ser)”, “La guitarra” y todas esas páginas del cancionero popular que tenemos harto estudiadas.
A la hora de Calamaro, la misma tibieza, con ese público que aplaude todo y canta lo (poco) que conoce. La multitud alzó la voz en “Crímenes perfectos”, pero no en “Comida china”. Los dos están en “Alta suciedad”, el disco más vendido y más escuchado que tiene el experimentado cantante. Ni hablar de lo inadvertidas que pasaron “Revolución turra”, “Output-input” y “All you need is pop”, de las menos desconocidas de “El salmón”. También pasan de largo las citas (Stones, Bob Marley, Mercedes Sosa, Gardel, Lepera y los músicos… es decir, cantautores universales), el pésame a Mariano Ferreyra y los chistes dentro de las canciones. Seamos un poco más justos: varios pares de zapatillas se levantaron del suelo al momento de “Todavía una canción de amor”, imprescindible de Los Rodríguez. Eso sí, casi nadie pidió otra cuando terminó todo, a la hora y cuarenta de arrancado el show. Claramente daba para más, pero no. Horas antes del show, Calamaro abrió el paraguas (por twitter, claro) y dijo que había que cuidarse del frío, porque había que seguir la gira. Entonces, después de “Costumbres argentinas”, “Paloma”, “Flaca” y otros éxitos de la misma factura, ya está. Violín en bolsa y a casa, que mañana hay que seguir viaje.
Sería injusto reducir a esto la cuestión. Calamaro es uno de los grandes del rock nuestro, mal que le pese a sus (muchos) detractores. No podemos hacerlo del todo responsable por el tropezón del festival. Él es, apenas, un engranaje más de esta siniestra maquinaria generadora de fortunas llamada Pepsi Music. Los artistas (así como los futbolistas en el fútbol) son los menos deshonestos de todo esto. Apuntémosle, mejor, a los mercenarios que sin haber escrito una puta canción nos las hacen tararear: empresarios, productores, managers, medios de comunicación y sus cronistas llorones que no soportan que un lector los ajusticie online. Esos son los culpables. Todos lo sabemos, pero no decimos nada. ¿Será mejor así?
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