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El Kuelgue: 10 años cartoneando corazones
El viernes por la noche, entre clásicos, invitados y un público que agotó todas las localidades del Vorterix, El Kuelgue festejó una década de música, humor y rucucús candelmos.
Cuando terminaba de llenarse el teatro y empezaba sobrevolar en el ambiente la sensación de inicio de show, se abrió el telón y en la pantalla del escenario se vio al dibujante Martín Garabal en un video a tono con la banda en el que, entre inocente extremo y periodista acartonado, paseó dentro de la sala de ensayo con todos los integrantes del grupo. Las cortinas se cerraron y sólo quedó seguir esperando.
Cuando por fin volvieron a abrirlas, ahí estaba El Kuelgue para iniciar la velada con la melodía de “Paraíso de los perros”; la gente empujó y se agolpó para, de alguna forma, estar más cerca de la magia. A lo largo del show sonaron los clásicos, los favoritos, joyitas guardadas de los primeros tiempos e incluso a estos aires bohemios de Villa Crespo se le sumaron invitados como Rosario Ortega, Edu Schmidt, Sergio Dawi y Fernando Samalea.
El público, lejos de cansarse o mostrarse exhausto, a cada silencio que se dibujaba lo hacía propio y comenzaba a entonar desde algún cantito de cancha hasta el famoso “que no se pare de bailar, que no se pare”. El pogo no faltó; de la mano de algunos loquitos del agite, la fiesta en el centro de la pista se hizo circular, adrenalínica y sumamente enérgica.
Cuando las gargantas ardían, los cuerpos sudaban y las piernas temblaban, “Negra candombera” sacudió el ambiente para que la despedida estuviese a la altura del show. Nadie pudo resistirse a cantar o bailar.
Al desfile de personalidades, amigos del tiempo, músicos, remeras de Cualca, máscaras de Darth Vader, humor, actuaciones, agradecimientos, gritos y agite, no le faltó nada. El final lo decretó un telón rojo cerrándose mientras, en medio, se daba un abrazo y un agradecimiento desestructurado y alegre al público.
El Kuelgue demostró una vez más porqué son lo que son, porqué llegaron a lo que llegaron y también, que el camino recién empieza.
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