RESEÑAS

El cuarteto de NTVG

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No te va gustar, aquella banda charrúa nacida en 1994 como un trío, que se enriqueció continuamente a través de la combinación de ritmos latinoamericanos como el ska, el reggae y el candombe, llenó el estadio Luna Park durante cuatro noches al hilo y logró recordarle a muchos distraídos el valor de la identidad y la autenticidad avasallante del rock de acá.

La jornada del lunes 18 fue la última de una zaga inolvidable. No solo por que superaron los 50 mil espectadores, sino que además demostraron con creces porqué muchos los consideran una de las grandes propuestas de rock en la actualidad. Contravos fue la banda elegida para la apertura, y precalentó el ambiente con su música  teñida de reggae y ska, y sus mensajes seudo religiosos que proclaman la elevación del espíritu y la superación a través del cambio social.

Cerca de las 21.30, el estadio comenzaba a latir. El público no disimulaba sus emociones: olas de aplausos interminables, típicas canciones de cancha adaptadas a las circunstancias, y pogos masivos. Y cuando todo estaba en su lugar, las pantallas gigantes se encendieron y mostraron, como ya es habitual, una reseña del “making off” de su última producción, “Por lo menos hoy”. Los presentes parecían hipnotizados con las imágenes.

Y así nomás, con las emociones a flor de piel, la manada subió al escenario. De arranque sonaron dos temazos del flamante álbum: “Con el Viento”, que extiende un sonido ska inquebrantable, y “Chau”, una triste balada de rock que rememora con resentimiento una vieja historia de amor y apuñala con su coro.

“Mucha voz no queda, así que vamos a cantar con el corazón”, se sinceró el inquieto Branccari, antes de seguir con  “Los indiferentes” y enseguida “Mirarte a los Ojos”, con su sonido a puro reggae, la batería sólida de Bartaburu marcando el tiempo y la calidez de una letra que conmueve. Uno de los instantes más fuertes y conmovedores de la noche fue sin duda la previa de “Nunca más a mi lado”, tema que demuestra el compromiso público de la banda con la lucha en contra de la violencia de género, que reveló imágenes y enormes palabras del escritor Eduardo Galeano: “El miedo de la mujer a la violencia del hombre, es reflejo del miedo del hombre a una mujer sin miedo”.

Luego sonaron “Cero a la izquierda”, que con la destacada interpretación de la batería descontroló al público que hasta aquel momento mantenía el temple, y “Arde”, subrayado por un solo de guitarra infernal de Pablo Coniberti, que transpone rock y emociona. Para concluir la primera parte optaron por “El oficial”, canción de “Todo es tan inflamable” que relata y encarna con sinceridad el fusilamiento de tres amigos durante la crisis de 2001, e invitaron a Tito Fargo“productor y gran amigo”– para interpretarlo.

Un corto entretiempo sirvió para realimentar las energías de los fanáticos. Cuando unas pocas luces se encendieron, se vislumbraba entre las penumbras a Emiliano sentado solo en el centro de la escena con una guitarra acústica. El repertorio de la segunda parte abrió con “De nada sirve”, y en seguida sonaron “Memorias del Olvido” y “No necesito nada”.

Para “Clara” y “Ángel con Campera” invitaron a Condor Sbarbati y Dany Suarez  que subieron en pijamas anticipando el pronto regreso de Bersuit Vergarabat a los escenarios. Pronto se acopló Juanchi Baleirón, voz de Los Pericos y además productor del disco presentado. Sonaron entonces Tu defecto es el mío” a todo ska, mientras el invitado parecía un fan más y no paraba de arengar al público, y “Volar”. Luego de la presentación de cada uno de los miembros, se produjo la hipérbole del show: “Pensar” y rápidamente “Tenes que saltar”, que retumbó y fue acaparado como una orden por todos y cada uno de los espectadores, que hasta en las plateas rebotaban y se soltaban sin ataduras.

“Hoy somos felices, nos sentimos locales gracias a ustedes”, dijo emocionado Emiliano pronosticando la despedida después de casi 2 horas y media de espectáculo. Se escuchó el ritmo de chacarera inicial de “Mucho más feliz”, y luego el campo enteró coreó “un ángel me va a cuidar”, como dice la letra de “Te voy a llevar”. Para el cierre, las pantallas dejaron de lado su rol decorativo, y cual karaoke, mostraron las letras de los dos siguientes temas, que no casualmente sellaron el punto cúlmine del concierto, para que todos pudieran cantarlas: “No hay dolor” y “No era cierto”. Para el bis dejaron los clásicos  “El camino” y “Nada para ver”. La mitad del público, chicas y chicos, en cuero revoleando las remeras, banderas con el ya conocido NTVG flameando por los rincones, pogo eterno, círculos desordenados de almas bailoteando sin parar.

Con aquella imagen cerró un célebre recital acorde a sus intérpretes, que han demostrado un crecimiento sustentable en términos musicales y de llegada al público internacional. No solo se distinguen por su densidad en términos de sonido, sino por su gran riqueza cultural y el sentido que le otorgan a recuperar las raíces populares de la música rioplatense.

Redacción ElAcople.com

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