DISCOS
El clásico Ciro

En Caballito, por la calle Río de Janeiro, antes de llegar a Rivadavia, hay un bar escondido, como una cueva; se entra por una puerta pasillo y sin cesar, durante todo el tiempo que allí se esté, se escucha rock and roll nacional, sobre todo del que se conoce como rollinga: Ratones Paranoicos, La 25, Viejas Locas, Hijos del Oeste. Ya a partir de este sábado, el lugar estrenó un nuevo artista en la lista de sus preferencias: un par de días antes, había salido “Espejos”, el primer disco de Ciro y Los Persas, el primer disco de Andrés Ciro Martínez después de Los Piojos.
Y es que el fin de semana, en este pequeño reducto se oyeron muchas de las flamantes canciones de Martínez; “Servidor” y “Banda de garaje”, los más fieles representantes de The Rolling Stones, por supuesto. Guitarras de triunfo, teclados certeros y la sensación de que esta voz a este género le sienta, y cómo. Apenas con este par de temas ya se puede imaginar al cantante interpretándolos en vivo, demostrando por qué es el mejor frontman local, con sus movimientos y modos tan suyos.
También, el sábado, en el bar se escucharon “Noche de hoy” (otro aprendizaje de Mick Jagger y Keith Richards), y el rhythm and blues “Blues del gato sarnoso”, en el que el cantante presenta una de sus clásicas concatenaciones de onomatopeyas. Además, podría haberlo hecho, sin riesgo alguno de quedar fuera de juego, “Rockabilly para siempre”, que según contó el líder del conjunto, quedó en el disco por insistencia de sus hijas. El clásico “Blues de la ventana” sí hubiese sido raro en el lugar, pero está tan bien hecho que, al menos por eso, merecería una excepción. Otras canciones también, pero es correcto respetar espacios, usos y costumbres.
Esos otros temas son, para empezar, el que principia la obra, “Antes y después”, que seguramente es el que mejor calzaría en cualquier disco de Los Piojos de tanto que recuerda a las melodías de aquella banda, sobre todo por las guitarras. Es más, acaso toda la producción tenga un tinte clásico al que tal vez llegue (o del que no pueda escaparse) todo músico de trayectoria.
Hay un par de canciones con presencia acústica, como el acompañamiento de fondo de “Insisto”, en la que el cantante se niega a resignarse a una mujer, y el inicio de “Vas a bailar”, en la que se ofrece aliento y empuje: “No estás aquí para pasar sin que te vean, qué carajo”. Este dúo se inscribe dentro de los momentos tranquilos de la producción, que también incluye otra pareja pero diferente, de tinte oscuro: “Espejos”, en el que Martínez relata una anécdota de su infancia como si fuese un cuentista, sobre unos efectos melódicos peloteros a cargo del gran valor Chucky de Ípola, y “Ruidos”, que podría entenderse no como un cuento sino como una poesía. Estos dos temas son los complejos del álbum y, en tanto, los mejores.
¿Por qué Ciro y Los Persas harán una canción como “Chucu-chu”? Después, todo aquel que la escucha se la pasa canturreando como un tonto ese estribillo sin sentido. La pieza, que en lo musical remite a “El fantasma de Canterville” y hacia el final incluye también un poco de “Ñam fri fruli fali fru”, habla de dejar esa “basura, esa mierda que no sirve de nada, no te ayuda, te saca las ganas de todo” pero… “esperá que hago un llamadito y ya estoy con vos”.
La totalidad de la realización se completa con dos piezas más, que aportan variedad: por un lado, el reggae de protesta “Paso a paso”, que cuenta con la voz de Micky Rodríguez, ex bajista de Los Piojos; por otro, el “Malambo para Luca”, con la ejecución ilustre de bombo legüero de Diego Arnedo, parte entonces de este homenaje al que fuera cantante de Sumo.
En su libro “El señor de los venenos”, cuando rememora el final de la década del ochenta, Enrique Symns relata de la siguiente manera su impresión de Martínez:“De entrada te resultaba demasiado agradable; intoxicaba de tortilla a la española con papas tu percepción hasta que decías qué rico que es este tipo. En realidad, con el tiempo descubrías que Ciro era un empleado de banco, que al estilo de Robert de Niro en Taxi Driver ensayando su masacre frente a la tele, se la pasaba preparando frente al espejo de su alma una versión casi perfecta de Jim Morrison (…) tenía un maldito plan (…) eso eran Los Piojos en su origen: la lucidez de un empleado bancario con un plan inexorable e inteligente”.
Recientemente, entrevistado por Mario Pergolini, el cantante contó que su sueño es que Ciro y Los Persas, al igual que Los Piojos, lleguen a River y alcancen toda esa cima de popularidad a la que él ascendió con su primer conjunto. Y, atención, el primer paso ya está dado: “Espejos” es un muy buen disco. Y lo otro, acaso tan importante como la obra, según Symns -el plan, la determinación para llevarlo a cabo, la lucidez, la persistencia, la inteligencia- también está. Hace más de veinte años que está.
*Ciro y Los Persas presentan “Espejos” el 14 de agosto en Córdoba, en Orfeo Superdomo, el 10 de septiembre en Mendoza, en Auditorio Bustelo y el 22 de septiembre en Capital, en el Luna Park.
¡Y también!
¿Un nuevo finale?
Top five Espejos
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