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El Chuck Berry que no queríamos
El domingo, en el Luna Park, el padre del rock and roll mostró algunos signos de decadencia en su vuelta al país después de 20 años. Fue un show de hora y cuarto que declinó canción a canción.
Tras el fin del concierto, el público que llenó el “Palacio de los Deportes” comenzó a expresar su descontento. Comentarios como “No lo protegen ni un poco”, “en casi ningún tema pegó todos los acordes”, “me parece que no podía mover bien los dedos” y “lo obligan a seguir tocando porque hace plata”, sonaban con malestar.
En la previa subió el muy interesante trío de blues rock Sótano a Go Go, que con un audio claro y poderoso, adelantó canciones de su disco debut a salir en mayo próximo como «Toneladas de cerezas» y «Las gordas», entre otras. También hubo un tributo muy digno a Pappo, nuestro padre del rock and roll, con «¿Adónde esta la libertad?».
Ya desde el arranque la situación fue extraña. Los músicos subieron a escena, se acomodaron en sus ubicaciones y chequearon sus instrumentos a lo largo de tres minutos, a la espera de la salida de Chuck Berry. Esta situación, que impacientó a los presentes, sería una de las primeras desprolijidades.
Cuando finalmente Berry apareció en el escenario, todos les brindaron una cálida recepción, tal como su historia merece. El inicio con el clásico «Rock over Beethoven» simuló una imagen digna de una leyenda viviente. Sin embargo, se iría desdibujando con el paso de las canciones. Su desorientación y pifies en gran proporción se evidenciarían en himnos de la talla «Sweet little sixteen» y «Nadine».
La banda formada por sus hijos Charles Berry Jr. (guitarra) e Ingrid Darlin Berry-Clay (armónica y coros), James Lee Marsala (bajo), Robert Johnson Loht (teclados) y Keith Robinson (batería) tampoco mostró su mejor imagen. Si Chuck estuviera acompañado de músicos talentosos que los resguarden, el resultado podría haber sido diferente.
Sus dos hijos estuvieron a su lado a cada momento. Charles le hablaba al oído y le recordaba el próximo paso. Ingrid (cartera al hombre) tapaba con sus voz grave y rasgada algunas estrofas que el gran Berry dejaba pasar. «Memphis, Tennessee» y «Let it rock», algunas melodías que costaba reconocer dentro de una estructura descuidada.
Con un público apagado debido a estas dificultades, llegó «Reelin’ and rolling» con una treintena mujeres arriba de las tablas. Tampoco fue un instante iluminado. Con una deslucida versión de «Johnny B. Good» culminó una noche que pocos recordarán. Chuck intentó tirar su pasito clásico mientras dos hombres lo ayudaban a bajar del escenario
Si bien Chuck Berry no brindó un espectáculo acorde a su historia e influencia, tengamos en cuenta que el público argentino acostumbra a criticar con cierta ligereza a figuras emblemáticas. Sin su influencia quizás The Rolling Stone, The Beatles y AC-DC no hubieran existido. Se fue a ver a una leyenda de 86 años, y eso se sabía.
*Fotos por Cristian Seligmann
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