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El brillo de la luna

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Skay Beilinson entrega su quinto disco. En “La luna hueca” muestra su capacidad y talento intacto, alejando un poco más la leyenda de los Redondos.

Hace rato que en el divorcio ricotero sabemos quién mantuvo la tenencia del espíritu de Patricio Rey. Skay no solo ha producido en mayor cantidad y calidad, sino que alejarse de las “misas” multitudinarias a favor de las nuevas canciones y de los shows en espacios medianos (con un sonido que no se pierde en un descampado) parece ser, artísticamente hablando, la mejor elección.

El propio Eduardo Beilinson explica el título enigmático de su quinto disco, pero en las afirmaciones también da nota del encanto que provoca a partir del nombre del álbum: «Siempre ha sido fascinante para todos la luna, por el fulgor con el que cuenta para desafiar a la oscuridad. La luna hueca refiere a la de los lunáticos, a la de los desvelados, a la de los poetas, a la de los enamorados. Hueca porque de alguna manera, esconde muchos secretos. En ella se potencia la magia, anida el misterio».

El comienzo es con las acústicas que se entrelazan para dar vida a “Tu sombra golondrina”. La intimidad de las guitarras desenchufadas atraviesa el disco y resalta más tarde en “La nube del globo y el río”, donde también destaca el arreglo de cuerdas. El uso de las acústicas era algo que “me estaba debiendo”, según sus propias reflexiones.

“Ya lo sabés” comienza en las oscuridades ricoteras, esos climas que por momentos se convertían en tenebrosos, hasta asfixiantes. Pero cuando la densidad parece cubrirnos el tema deriva en un estribillo épico para las presentaciones en vivo: “hay un lugar especial, una morada espacial, donde se besan cielo y tierra”.

La composición de las letras estuvo influenciada por la relectura de Cortázar, particularmente por “La vuelta al día en ochenta mundos”. Poder involucrarse en “historias delirantes” es lo que buscó en algunos casos como en “El redentor secreto”, basada en un viejo relato de India sobre los ogros. Los aires étnicos y las escalas orientales también son parte importante de “La Luna Hueca” (sino escuchar “La fiesta del karma”), tendencia que ya se había presentado en su anterior disco, “¿Dónde vas?”.

“Falenas en celo” quizá sea la canción que más lleva su marca en el álbum. En la progresión de acordes y arreglos, en los solos y punteos se reconoce la firma de Skay en apenas segundos, esa firma que es garantía de un guitarrista exquisito. El highlight de un disco que no tiene puntos bajos, y que tampoco necesita de más de la media hora de duración para brillar.

Como si fuera poco lo que hemos destacado, en “El sueño del jinete” tenemos otro riff para corear en vivo, que haría una excelente pareja con “Oda a la sin nombre” hacia el final de los shows.

“La última primavera” es un cierre ideal, otra vez con guitarras acústicas como protagonistas. En las entrevistas brindadas parece tener completamente claro el disco que buscó hacer, y que, tarea más difícil, consiguió lograr: “Sin fuegos de artificio aparece el arte más puro” y eso es lo que logra Skay con “La luna hueca”.

Redacción ElAcople.com

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