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El año del Perro de Fuego

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En la noche del viernes 15 se celebró en Niceto el festival Serpiente de Agua, para recibir el año a pura distorsión con Guachass, El Perrodiablo, Los Espíritus, Los Colmillos y Las Diferencias.

El año del Dragón terminó y dejó, aparte del retiro del enorme Juan Sebastián Verón, su lugar a la Serpiente, animal que simboliza lo misterioso, lo inesperado y que propicia la creatividad y el desarrollo de la espiritualidad. Una exquisita forma de ponerlo a prueba era el Festival Serpiente de Agua Vol. 1, organizado por Indie Folks y Ban Bang, que trajo cinco bandas de Oui Oui Records para homenajear a la Serpiente. La primera de ellas fue Las Diferencias, un trío interesante de nombre derrideano, quienes desplegaron una especie de blues pesado con un sonido que recuerda a Manal o al mejor Pappo’s Bues y al que se le nota un poco la mano de Sergio Ch. de Ararat, productor de su disco. Arrancaron tocando para unas treinta personas pero para la tercera canción ya éramos el triple y todos movíamos al menos un pie hipnotizados por su pesada psicodelia blusera. Quizás un poco atados a su género, no daban mucho lugar a la sorpresa que prometía la Serpiente. Son una banda netamente setentosa, 40 años después; pero como se sabe, si se hace bien, qué te calienta. Decía que no había sorpresa hasta que la hubo y de alguna manera fue un quiebre: llegando al final de su show, se animaron a hacer un cover de los tan extrañados por todos Natas, “Soma”. Empezó bien arriba aunque se fue desinflando un poco y terminó con un aplauso tibio de la gente presente. Quizás las muchas noches que sonó el mantra “Llévame a esa montaña” en Niceto les exigía un poco más que un homenaje fáctico, aunque sirvió para, sorpresivamente, fortalecer el set restante de la banda, que llegó en sus últimos dos temas a su mejor momento.

Ya había visto a Los Espíritus en un Festipez, en el Lado B, y esperaba que ahora el sonido les sonriese, a diferencia de aquella vez, cosa que efectivamente sucedió: aunque parece ser difícil hacerles sonido a dos guitarras eléctricas, una acústica y la base de bajo y batería, lo lograron y pudieron desplegar su psicodelia rockera y enigmática, propia de la Serpiente que nos convocaba. Aunque con algunas dificultades, siempre es interesante escuchar las letras que se reparten Santi Moraes y Maxi Prietto, el mismo que viaja al cosmos con Mariano, como el caso de “Lo echaron del bar”, en la que al personaje, excesivamente ebrio y después de mandarse todas las que pudiera mandarse uno, lo echan del bar y se lo llevan en cana pero vomita el patrullero y también es echado de la comisaría. A los tumbos llega a su hogar con un solo zapato para ser echado también de allí por su mujer. Grato fue ver a todos bailando con ellos, y mucho debe tener que ver su baterista, un gigante que le pega fuerte pero con mucho swing y que, como las gallinas, mueve todo el cuerpo pero deja la cabeza en el mismo lugar. Por momentos, me resultó un espectáculo en sí mismo. Así, supieron dejar al público listo para la explosión adrenalínica que significa El Perrodiablo.

Desde el primer momento, agitando al público e incitándolo a vibrar la noche a su manera -esto es, con exceso de intensidad- aparecen los platenses de El Perrodiablo y ya se prefigura uno que va a ser difícil para las bandas siguientes mantener la llama del Perro de Fuego que incinera el escenario en ese momento. Y es que no sólo despliegan uno tras otro unos pocos temas de killer garaje rock, sino que la entrega de la banda al concierto es total: al final de la primera canción todos están bañados en sudor. Doma, su vocalista, una especie de Lugüercio del rock, baja del escenario un par de veces a cantar y a encender a los que no están todavía en su frecuencia, a empujarlos hacia el salvajismo rockero, como si no se escuchara desde abajo. En un momento se sube a la barra lateral e improvisa una suerte de baile del caño de dudoso erotismo, cosa que anoto, y al levantar la cabeza de mi libreta lo veo a mi lado, mirando lo que escribo. Le presto la lapicera para que me convide con una impresión y me convida con ¡un autógrafo! Weird. Para el tema siguiente, “No califica”, invitan a Andrea Álvarez, una eminencia de la percusión en el rock argentino, y en sintonía tanto con la Serpiente de agua como con cada concierto de El Perrodiablo, termina ella sentada en la batería para un Triple Grande Finale, casi un cuarto del set, y para el tema final, con solo incluido. Las palabras de Doma para la despedida no pueden ser más acertadas: “Feliz año nuevo”. Ahí mismo empezaría el cambio de piel que trae la Nueva Era.

Y es que es difícil pensar en tomar la posta candente que dejan los platenses, y mucho más si la banda siguiente es un dúo sin batería como Los Colmillos. Con una extraña formación que incluye a una bajista y cantante y a un guitarrista que toca un bombo, intentan desplegar una suerte de blues fuerte, entre los Black Keys y The Kills. Vanesa Rinon tiene una voz impresionante, soulera y casi de negra, pero se la ve incómoda: la mitad del público se ha ido y los que quedan parecen estar tomándose un descanso de la salvaje tormenta eléctrica que pasó recientemente por sus cuerpos. Sumado a esa aparente apatía del público, los problemas técnicos contribuyen al malestar de Vanesa. El Lobo, quien también tiene que tocar el bombo, tiene el Big Muff atado a su cintura y se desenchufa con demasiada frecuencia. “Los queremos ver moverse un poco”, pide la ex Curvettes, para decir después, un poco por lo bajo y un poco al micrófono antes del último tema “que caiga el meteorito de una vez”. No hubo suerte. Quizás habría que haber pensado el orden un poco mejor, porque definitivamente son una banda interesante. Atados un poco al género, es cierto, pero quisiéramos verlos en una mejor noche, sin lugar a dudas.

Lo extraño fue que la apatía que reinó durante Los Colmillos se mantuvo hasta cuando salieron a escena las esperadísmas Guachass, que de tan uruguayas se dan una vuelta por estos pagos una vez al año, nomás. Era LA sorpresa que nos tenía la Serpiente para esa noche: el público que quedaba ya no tenía energías y no hubo forma de que las Guachass pudieran revertirlo. Tocaron temas de su nuevo disco como “Montevideo”“deberían sentirse privilegiados” espetó Camila- y  también temas viejos, como el instrumental “Pulpo”, pero siempre parecieron un poco incómodas por la poca respuesta. El show fue buenísimo, tal como nos tienen acostumbrados a quienes hemos vivido la experiencia Guachass más de una vez, pero realmente eran pocas las personas que parecían disfrutarlo. Camila intentó por todos los medios y los que no se despertaban, no se despertaron nunca. Al final, la incomodidad las llevó a eliminar al menos un tema de la lista y se retiraron sin siquiera amagar con un bis. Se ve que el Perro de Fuego apagó un poco a la Serpiente de Agua. Queda la esperanza de un Volumen 2 del festival y una merecida revancha para las chicas. Vaya si la merecen.

*Fotos por Fabiana Solano

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Redacción ElAcople.com

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