
DISCOS
Dios del desierto
Queens of the stone age entrega su primer disco en seis años. Con invitados de lujo y lejos de repetirse, “…Like clockwork” arriesga y gana.
“Soy muy afortunado por trabajar con la música, soy su mayordomo y el rock and roll nos obliga a arrodillarnos antes él”; así describe su devoción Josh Homme. En esa sumisión, el líder stoner demuestra también su gran pasión por lo que hace. Engañan los seis años de silencio discográfico de los Queens of the stone age, porque en medio Homme se dio el gusto de tocar con su viejo amigo Dave Grohl y con nada más y nada menos que John Paul Jones en ese exquisito power trío que conformaron los Them Crooked Vultures. Además ayudó a redefinir el sonido de los Arctic Monkeys a partir de la producción de “Humbug”.
En este período también le tocó el culo a la muerte: asegura que murió durante unos segundos durante una cirugía de rodilla. Si bien esta operación le dificultó su actividad, estas credenciales demuestran que este parate estuvo lejos de ser un período sabático, por eso la vuelta de Queens of the stone age se resuelve de forma natural, y lo mejor de todo: los encuentra en un gran nivel.
La guitarra suena grave en la apertura del disco con “Keep your eyes peeled”, casi como un bajo, en un riff lento, circular y algo podrido en distorsión. Todas esas capas de sonidos hipnóticos que va creando el tema se rompen oportunamente en un estribillo que se escapa del mantra, pero que vuelve al instante creando un efecto que no provoca menos que atraparnos en la secuencia de un disco que abre en la cadencia stoner.
Luego de ese comienzo oscuro pasamos a “I sat by the ocean”, en donde se lucen los slides de guitarra y la decepcionante letra: “Imagine I’d be your one and only, instead I’m the lonely one”. Pareciera tener un irremediable destino de hit, así que no sería ninguna sorpresa que acá esté el próximo corte del disco. Le sigue la desolada “The vampyre of time and memory”, el tema suena con un dejo de influencia Bowie, con la voz de Homme al máximo del melodrama en una letra en la que la duda existencial parece definirse del lado de la muerte.
Los primeros tres temas toman distancia uno del otro, musicalmente hablando. Sin embargo, en todos los casos los resultados son realmente buenos. Sin perder la identidad, Homme hace que su banda por momentos no suene a Queens of the stone age. Y ese probablemente sea el mayor hallazgo. Sabemos lo que tienen para mostrar, con “…Like Clockwork” demuestran que son capaces de aún más.
“My god is the sun” es el acertado corte de difusión, ya estrenado en su reciente visita a Argentina. Probablemente el riff más certero del álbum, sumado al machacante pulso de Dave Grohl desde la batería, quien colabora en la mitad del disco recordando su excelente labor en “Songs for the deaf”. “Dave Grohl convierte algo bueno en grandioso”, sentencia el colorado de California, y tiene toda la razón del mundo.
En “Fairweather friends”, Homme hace referencia a esos amigos desleales que en la malas, cuando él intentaba recuperarse de la cirugía de rodilla, desaparecieron, no estuvieron cuando más tenían que estar. Por suerte para él, y para el disco, el desfile de amigos-invitados es enorme. El propio Elton John aporta voz y piano a este tema (la lista es larga, se destacan también a lo largo del álbum Trent Reznor, Mark Lanegan, y Alex Turner).
El nuevo material no es una tromba que nos lleva por delante como pudieron ser las mejores producciones de los Queens of the stone age, pero esto no quiere decir que no alcance el mismo nivel. El disco juega más con la construcción de climas diversos, de matices. Puede ponerse rockero con “Smooth sailing” (un tema que suena muy Them Crooked Vultures) o cerrar en forma majestuosa con “I appear missing” (probablemente el mejor de los diez tracks) y con la balada que da nombre al álbum.
Con “…Like Clockwork” van un poco más allá de su espectro, de su rango musical, se animan a ser pretenciosos por momentos, y por otros nos dan lo que mejor saben hacer. En esa dicotomía se construye un gran disco. Una vuelta que sale un poco de los lugares comunes, y eso, entre tanta fórmula repetida, es digno de celebrarse.
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