
DISCOS
Pearl Jam: días presentes
Entre riffs de guitarras, baladas inolvidables y algo de experimentación, Pearl Jam construye “Lightning bolt”, su décimo disco de estudio.
Cuatro años han pasado desde el último disco de Pearl Jam, el brillante “Backspacer”, pero la espera en este caso se sintió corta. Dos fueron las visitas en ese período: un show épico en el Estadio Único (a esta altura es común que muchos lo cataloguen como “el mejor recital de su vida”), y en el marco de un festival pésimo desde la organización se las arreglaron para brindar otro momento inolvidable, pero lamentablemente menos extenso. Por eso, la llegada del nuevo material se vive con menos ansias, pero con las mismas expectativas. “Getaway” es el puntipié inicial, y cumple con lo que esperamos de todo disco de Pearl Jam: que el arranque sea un “palo y la bolsa”; filosas como cuchillas, las guitarras se apoyan en un bajo que es el corazón de la canción, Jeff Ament la hace latir con destreza, y ese “It’s ok” que abre el estribillo promete ser un grito de guerra aún más vivo arriba del escenario.
“Mind your manners” fue el primer adelanto, con un riff muy potente, frenético y con las guitarras bien al frente, que recuerda un poco a “Comatose” y que podría hacer una buena pareja con “Got some”, del predecesor “Backspacer”, por poner un ejemplo reciente. Sin demasiada profundidad lírica (hay puntos más altos en esta materia a lo largo del disco) la elección del primer corte es correcta: menos de tres minutos en donde los punteos y la voz avasallante nos pasan por encima. El segundo corte es su opuesto: “Sirens” es una balada que estremece, en donde Eddie Vedder parece a punto de quebrarse en cada susurro. “I pull you close, so much to lose, knowing that nothing lasts forever” canta en un tema destinado a conmover en el vivo, ahí al lado de “Black”.
En esa furia surgida en Seattle conocida como grunge existieron muchas bandas capaces de patearnos el trasero a base de guitarras, pero pocas logran emocionarnos al nivel de Pearl Jam, pocas son capaces de remover tan profundamente nuestras heridas, capaces de hacernos regodear en el más puro dolor del desamor. En “Lightning bolt” se corren un poco de la comodidad; están los temas que todos venimos a buscar (como el que da nombre al disco), pero también pueden ponerse algo bluseros en “Let the records play” (atentos al solo), o experimentales en la destacada “Pendulum”, donde los teclados y la percusión crean un halo de misterio que se mantiene a través del tema. Además, Vedder rescata de sus “Ukulele songs” la perfección de “Sleeping by myself”, acá con un tinte folk.
En el final, “Future days” genera sensibilizarnos al nivel de la mencionada “Sirens”, pero es su contrapunto en la lírica. El amor en este caso, como en muchas canciones de Pearl Jam, es la salvación, es los que nos trae de vuelta a la superficie, el oxígeno que evita que nos ahoguemos. “Try and sometimos you’ll succeed to make this man of men”, entona Vedder entre guitarras acústicas en lo que se convierte en un himno de redención, uno más de tantos en su discografía.
“Lightning bolt” está lejos de ser el mejor disco de Pearl Jam, simplemente porque la vara es demasiado alta. Pero se erige como un híbrido interesante en el cual podemos ver algunos elementos de novedad, y otros que esperábamos y siempre celebramos encontrar. Cuando una banda se convierte en el soundtrack de nuestras vidas por más de veinte años tenemos la sensación de que siempre están en un buen momento, de que su presente siempre es un pico creativo. Acá no es solo una sensación, sino una realidad.
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