RESEÑAS

De locales

Por  | 

Cascadas de papelitos en el aire esquivaban el riff del saxo de HECTOR CANTIN. Las mesas se iban enterrando entre la gente, que recibía a la banda de genes puertomadrynenses propios de LA MARCA DE CAIN que, luego de fusionarse con los porteños de LA CONDENA DE SIGFRID, dieron nacimiento a los cinco músicos que, aquel miércoles, dejaron en claro su nueva huella en el escenario.

Cascadas de papelitos se enroscaban en los movimientos de SAWA MIELNIK, quien seguía los solos del saxo en fuertes pisadas y cabeceos propios de “7×4”.

Cascadas de papelitos enterraban una botella de vino que descansaba al lado de la batería de DANIEL JINKIS, quien entre tema y tema barría los que le impedían hacer sonar el bombo.

Un primer corte y los papeles ahora no eran más que el colchón de “Lucifer del paraíso”: con los ojos de la calavera de la escenografía iluminados por las luces violetas y una bandera roja desplegada por el público como paisaje, caía el micrófono de MATIAS WESTERKAMP, quien supo aprovechar el eco de la caída para desatar sus solos de viola.

“¡Buenas noches Puerto Madryn!” se escuchaba por debajo de los cantitos que repetían: “…es la condena rocanrol…”, mientras HECTOR barría con su pie derecho los papelitos del escenario, que ya se infiltraban en el saxo, sacando a la gente a bailar con “Bety sory fashion”.

EXEQUIEL “EL NEGRO” PUGA, percusionista de EL BORDO, subía en “Náufrago herido”, canción que fusiona los climas logrados por el bajo, los platillos y los cantos llorosos de la viola en la misma marea, para intentar levantar con la distorsión. Debajo del pequeño escenario, el público desplegaba una bandera al grito de “¡¡¡estamos como queremos, querido!!!”.

Sobre cosquillas de platillos y slide de viola, desparramaban la textura perversa de “Requiem”. La banda parece coser las estrofas tejiendo los climas con protagonismos múltiples; cada instrumento es dueño de un momento. La voz del cantante marcaba el eje al que todos debían responder luego de soltar sus líneas, como aquellas chispas que bailaban alrededor del fuego, esperando el momento adecuado para ser parte de la misma llama.

El público recolectaba puñados de papeles del suelo reteniéndolos contra el pecho como en postura amenazante para empapelar el estribillo de “Freak show”, mientras SAWA jugaba intercalando con ellos frases y coreos de una de las letras del EP con más peso e identidad. Letras que intentan enmudecer la crudeza de la realidad tatuándolas de dulces poesías que la denuncian en surtidas metáforas y sensaciones, moldeando cada acorde a la par.

“¡Mi vida ya se fue!…”: un grito desgarrador salpicaba en bronca la primera línea de “Piquiyín”, que como su título lo anticipa, lograba astillar el tema sacudiendo los tiempos con juegos de riff.

Aclamados por el público que los vio nacer, subían a al escenario a tocar “Rutina”, HERNAN “EL AFONICO” ARONA en la segunda viola y PABLO OYARZU reemplazando a MARCELO DI GIOVANNI en el bajo, ex integrantes de LA MARCA DE CAIN.
Compartiendo el micrófono, los dos violeros se enfrentaban respondiendo a los acentos del bajo. La guitarra de MATIAS se desenchufó dejando a EL AFONICO levantar el tema en distorsión y complicidad con el cantante.

Papeles y banderas conducían la “Nave sin timón”. “¡Si no lo tocan que quilombo se va a armar!” exigía el público, aclamando “Pibe Náufrago”, uno de los temas más pedidos en los recitales.

“Mucho papelito”

Se escuchaba una introducción cruda de solos de MATIAS, propios de “Lazy” de DEEP PURPLE, desatando un jazz que ponía a todos a bailar. SAWA miraba a DANIEL marcando el pulso con sus palmas, mientras los papelitos alcanzaban las vigas del boliche estancándose entre las maderas esperando caer en el estribillo de “Sonrisas inciertas”.

El guitarrista posaba suaves arpegios sobre el sonido del bajo, que atraían a dos voces a “Puerto Madryn”. Los músicos fuerzan sus pulmones gritando la letra en la carrera de las últimas estrofas de “Los poros ardientes del rock”.

La banda se abrazaba. Un par de reverencias ante el público fueron suficiente tentación para volver a tomar los instrumentos y retirarse con “Niña de ojos negros”, con EL AFONICO nuevamente en el escenario coreando junto al pogo que dejaban caer al guitarrista, quien balanceaba su cuerpo a la par de sus últimos punteos para la despedida final.

Un acople distorsionado de eléctrica sobre un Fender se adueñaba del escenario vacío, que como desde el principio, rebotaba sobre un colchón de papelitos, cómplices de una noche repetida en ese lugar.

1 Comentario

Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión