
SHOWS
De lo oscuro hacia la luz
The Cure volvió a Buenos Aires después de 26 años para brindar un show maratónico en el estadio de River Plate. Tres horas y media que pasaron como si nada que hacen que uno niegue que esta podría ser la última vez.
«The Cure no va a volver». Durante años el mito del show más caótico que alguna vez presenció el público de este país, culpable de las pesadillas de Robert Smith y su negación de volver a estas tierras por ese motivo, se hizo cada vez más grande. Nunca fue del todo cierto eso, y un día, casi de la nada, el mismo Smith anunció por la televisión que volvería a pisar Sudamérica, Argentina incluida, a 26 años de ese histórico primer desembarco.
Si bien un River parecía una exageración para una banda de culto (porque a pesar de tener decenas de hits, The Cure es una banda de culto, tal vez la más grande del mundo), y el estadio no está a reventar, hay mucha más gente de la que se podría esperar. Si tardaron 26 años en volver, todos quieren asegurarse su lugar en la que, tal vez, sea la última oportunidad para verlos.
Desde el inicio sorpresivo con “Plainsong”, uno es invitado a un viaje sonoro, visual y emocional. The Cure es una banda que ahonda en lo más profundo de tu persona. El comienzo parecería pensado para los amantes, con la eterna “Pictures of you” y la misteriosa “Lullaby” , y el hecho es que la banda hace sonar al estadio como nadie antes lo había hecho sonar. El primer momento realmente notable es con “Lovesong”. Robert Smith tiene un estado impecable (creativa y vocalmente hablando, físicamente es otra cosa) y junto con Simon Gallup (el tipo más cool del planeta) haciendo resonar su bajo bien denso y marcado, crean la música más hipnótica posible que se pasea por todos los ámbitos. Pueden crear el pop más perfecto y levantar todo el estadio en “Inbetween days”, “Just Like Heaven” y “Friday I’m in love”; pueden ponerse épicos en la estremecedora “From the edge of the deep green sea” y pueden ser la banda más pesada y mala onda en “One Hundred Years”.
Cada uno tendrá su punto alto, pero hay un momento en el show donde la banda está completamente cebada, motivándose unos a otros, con un Reeves Gabrels realmente inspirado; es en la seguidilla “Play for Today”, “A Forest” y “Charlotte Sometimes”. El nivel de intensidad en esos momentos da miedo. A eso sumémosle el excelente juego de luces que hay durante todo el show. Sin dudas son gente que cuida mucho la estética.
El shows es solo música, casi no hay palabras, y las que hay no logran entenderse por el cerrado acento del cantante. Más allá de ser el líder indiscutido, creador y mentor de la banda, Robert Smith en un gran guitarrista. Tal vez no sea un virtuoso, o sí, ya que aprovecha al máximo su instrumento con pocos recursos. Es un creador de climas, casi de escuela de David Gilmour. Un guitarrista tan personal que suena a cien músicos diferentes. Eso se ve en la parte media que incluye “The Kiss”, “If only tonight we could sleep” y “Fight”.
Y así, de ese clima de opresión, la banda pasa a ser la más festiva del mundo. Primero con la casi jazzera “The Lovecats”, luego la sencillez de “The Caterpillar”, el emblema pop de “Close to me”, el groove de “Hot Hot Hot!”, el éxtasis en “Let’s go to bed”, el frenesí en “Why can’t i be you?”. The Cure es una enciclopedia en eso de hacer canciones pop geniales.
Llega el riff eterno de “Boys don’t cry” y, contradiciendo la letra, veo a muchos llorando. Esos dos minutos y medio que muestran a la perfección la esencia de la banda; melodía, angustia adolescente, buen gusto, arte. Todo eso junto a las adolescentes “10:15 Saturday night” y una gloriosa versión punk de “Killing an arab”.
Cerca de los 40 años de carrera, The Cure se despachó con tres horas y media de show, y podrían haber seguido por un rato más. Desde niños a adultos que ya no pueden pararse los pelos con jabón, todos pasando por las mismas emociones al mismo tiempo. Nadie va a ver qué onda en un show de tres horas, una noche fría. Si The Cure significó algo para vos, tenías que estar ahí, porque para la mayoría de los que estuvieron ahí, es su vida.
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