De estanque chico

De las bandas nacionales, actuales y con larga trayectoria, Pez es una de las pocas que cuenta con el respaldo de una nutrida producción, acorde a sus años de vida: desde 1994 hasta nuestros días, editaron diez discos de estudio, uno (doble) en vivo y un dvd.

Esa compulsividad radica en la espontaneidad del grupo; realizan una metamorfosis tras otra y cambian cada tanto las aguas en las que eligen nadar. A veces es punk, puede ser pop, hardcore tal vez, un semestre de rock valvular setentoso y así. Entonces, sacan una foto de un momento determinado, la imprimen y completan un disco. Esto se nota especialmente en los últimos tres: Hoy (2006), Los orfebres (2007) y el nuevo, titulado El porvenir.

De esta tríada, este es el álbum que mejor sintetiza a Pez, porque reúne y procesa un poco de casi todas sus facetas. Quien conozca el catálogo de los liderados por Ariel Minimal (hablando de momentos, ahora luce cabeza rapada y anteojitos de marco grueso, lo que le da más énfasis a cada frase que canta), puede entretenerse con el juego de pensar a qué disco anterior remite cada canción de El porvenir.

Pese a que esta variedad no tenga sabor a novedad, sobresale lo bien que se ensamblan los sonidos de los cuatro peces (en rigor de verdad, esto tampoco es nuevo: no hay disco en que Pez no suene bien), alcanzando grandes momentos de disfrute: la belleza blusera de Alada; Volverán, la cual vaticina el regreso de seres alados, contiene una coda instrumental de más de dos minutos, apoyada en la pirotecnia guitarrera de Minimal y la precisión de Franco Salvador para aporrear los tachos; o Roma, que podría sonar tranquilamente en cualquier radio.

Transcurrida la media hora, Sueño -otro punto alto-, le aporta un buen final a este compacto, que no está entre lo mejor de la producción de Pez, pero sin dudas tiene su sello personal. Es probable que la clave se halle en el título del disco: quizás la sorpresa se encuentra en un futuro no tan lejano y lo mejor esté por venir.