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Cuando fuimos los mejores

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The Killers tocó por tercera vez en Buenos Aires, el pasado domingo en GEBA, para presentar su disco nuevo y demostrar el crecimiento de su convocatoria.

No son muchos los casos de bandas que nos visiten en su pico tanto creativo como de popularidad, y muchos menos los que repiten esa visita durante ese período. Desde su primer show en un Vélez semi vacío, The Killers se ha establecido como uno de los grupos más populares alrededor del globo y uno de los actos en vivo más sólidos de la actualidad. Y si bien cada nuevo lanzamiento está un paso atrás con respecto al anterior, el mundo todavía no les ha dado la espalda, y este país tampoco; en tiempos de crisis y avalanchas artísticas, se las arreglan para meter 25.000 personas en GEBA por su cuenta.

The Killers es un grupo de gente sencilla; una banda que podría existir 30 años sin cambiar de integrantes. Lo suyo es llegar al público de la forma más directa posible. Por eso el show arranca más fuerte que nunca con “Mr Brightside” y “Spaceman”, dos ejemplos claros en eso de hacer el pop perfecto. Un sonido nítido, con la voz de Brandon Flowers bien al frente y la banda respetando las composiciones. Obviamente, siguen las reglas de lo aprendido de grupos que van desde Duran Duran hasta The Cars, pero al mismo tiempo poniendo su impronta. Nadie puede dudar que Flowers es un compositor privilegiado en eso de hacer canciones pegadizas sin ser ingenuas o subestimar al público. Y si bien es una figura carismática, no es el mejor frontman de todos. Improvisa unas líneas en perfecto español durante “The way it is” o juega con los cantos del público antes de “A dustland fairytale” como para mostrar que no todo está en piloto automático. Y en realidad no se tiene esa sensación, aunque el show apueste a lo seguro. La lista va mezclando los momentos más fuertes de su último disco, “Battle Born”, con los hits de siempre, apoyándose no sin saberlo en las canciones de “Hot Fuss” y “Sam’s Town”, los discos que los lanzaron a la fama.

Los músicos saben que desde el primer momento apuntaron a este público: joven, mayormente femenino y que poco tiene que ver con el rock más estricto; de la generación mp3, que no está acostumbrada a recibir un disco nuevo, entero y en vivo. Por suerte, canciones nuevas como “From here and out” que todavía no han sido cortadas como singles tienen mejor respuesta que algunas clásicas, lo que da un poco de optimismo. Pero la espina dorsal del show son los hits, y la premisa de la banda es crear algunos tan buenos que nunca se gasten: “Human”, “Somebody Told Me”, “Runaways”, “Read My mind”. El poder de hacer bailar un estadio con una sonrisa en la cara.

Otra cosa a destacar es que hayan venido con la escenografía completa. Sin ser estrambótica y sin quitar la atención sobre la música, tenemos pantallas gigantes que proyectan imágenes para cada canción, explosiones, fuegos artificiales y demás elementos efectivos.

Y sí, The Killers es una banda que hace levantar la ceja a veces, porque podría parecer todo calculado, cuando en realidad realmente son eso. No se despeinan, no transpiran, se visten bien. ¿Qué esperaban? ¿A Black Flag? Ellos son eso. Pero el éxito no dura tanto si las canciones no son realmente buenas. Y “Read my mind”, “When you where Young” y sobre todo “All these thing i’ve done” lo son. Y básicamente mientras no les agarre una rabieta creativa y empiecen a experimentar con sonidos, seguirán haciendo buenas canciones y seguirán llevando gente, porque en definitiva es lo que esa gente busca: canciones sencillas que les hablen directo y los hagan olvidar de sus problemas un poco.

Apenas una hora y veinticinco minutos de show. A esta altura, con diez años de carrera podrían arriesgarse un poco y hacer un show más largo; tienen canciones interesantes más allá de los hits, pero nadie puede irse desconforme de un concierto de The Killers. No mientras estén en la cima.

*Fotos por Torey

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