RESEÑAS
Crónica de una noche sin prohibiciones

“El otro día vi un video muy cool de TONY 70 en la tele y PAMPA YAKUZA es genial”, resumía una chica a su grupete de amigas. En el tiempo que aguardó en la vereda para unirse a la denominada FIESTA CLANDESTINA “NADA DEBERÍA ESTAR PROHIBIDO”, que congregaba a ambas bandas, tuvo la oportunidad de defender la conjunción de los estilos musicales, repasar lo que había hecho en el fin de semana, planear el siguiente, proyectar y organizar un escape de la ciudad rumbo a Rosario, etc, etc, etc. Sucedió que tuvo que esperar más de una hora y media para entrar al Teatro de Colegiales.
“Los que están por alguna lista o son de prensa, hagan esta cola”, anunciaba uno de los encargados de seguridad a todos los que llegaban. Mientras, en una fila paralela, pasaban con total velocidad los que decidían pagar la entrada. Varias personas abdicaron antes de lograr traspasar las puertas. Pero esta cronista consiguió ingresar al lugar de los hechos, junto a un grupo de secuaces, para traer toda la información a sus ávidos ojos lectores.
Funky Town
“Quiero ver sólo sonrisas”, comunicaba con todo su encanto retro MARTIN ELIAS, el cantante de TONY 70, a la vez que se diseminaban los acordes de la pegadiza “Simon Freak”. Funk, soul, disco, jazz y acid jazz. Todo eso promete el conjunto que fue telonero de JAMES BROWN en su última visita al país. Y todo eso es lo que da.
Unos seres emperifollados de glamour danzaban y cantaban cercanos al escenario donde se desplegaban imágenes de estética pop. Otros optaban por circular, charlar o atacar las diversas opciones etílicas. La idea de pagar tan sólo 10 morlacos para acceder a la barra libre de cerveza en el primer piso entusiasmó a varios. “Compramos una pulserita para la barra entre todos. Va uno, saca birra para los demás y listo. Hacemos negocio”, elucubraba un muchacho entre su círculo.
“Dijiste mi nombre” fue el último tema de TONY 70. Para esa altura, el frontman disfrutaba jugando con su brillante capa negra. Eran las 3 de la mañana cuando el escenario vacío dio paso a que el DJ demostrara su destreza. La noción de boliche ganó el lugar.
Crazy Town
“Las invitamos al Parque de la Costa. Mañana, a eso de la tardecita, nos vamos para allá, tranquis. Subimos a un par de juegos, tomamos mate. ¿Qué les parece?”, fue la propuesta de HERNÁN. Para variar, a esta joven periodista y sus cómplices se les acercaron los personajes menos normales. Debe haber un mensaje implícito en este grupo que no sufre de locura -sino que disfruta de ella- del estilo: “Gente que no haya pasado una temporada en el Borda abstenerse de hablarnos”.
Alrededor de las 3.20 las tablas se volvieron a poblar de instrumentos. ¡PAMPA YAKUZA! ¡Sí, señores! Una gran concentración de personas saltó y festejó a viva voz cerca de ellos desde las primeras canciones del show, como “Desde el umbral” o “Dando pasos”. Para el deleite de los allí presentes, el final de “Idilio eterno” se entremezcló con partes de “No woman no cry” -de BOB MARLEY- y de “Paloma” -de ANDRÉS CALAMARO-. La agrupación formada en el ’97 -que levanta como estandartes el reggae, el candombe, el carnavalito, la chacarera y el rock- logró que estallara la noche.
“Carnaval para tu desconsuelo” fue la despedida luego de una hora de sacudir al público con sus ritmos y letras. Pero el sol todavía no asomaba y la diversión continuaba de la mano de la buena música.
Pasadas las 5, un acto de destreza en el trapecio sorprendió a las dispersas miradas. “¿Son minas o tipos? ¿Travestis?”, se escuchaba por lo bajo. Sea como fuere, dos beldades en blanco y negro desafiaron la gravedad logrando cosechar un tendal de aplausos.
No debería estar prohibido disfrutar los días como uno quiera, ni ser feliz, ni abrazar la libertad, ni jugarse por los sentimientos, ni nada. Simplemente eso: NADA DEBERÍA ESTAR PROHIBIDO. Un concepto hecho fiesta.
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