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Como la cigarra
Andrew Bird dio un emocionante show en un Niceto Club colmado.
Se pueden cometer muchos pecados en nombre del indie. Andrew Bird tiene todo para hacerlo y por suerte no lo hace; su público podría hacerlo y sin embargo no lo hace. Andrew Bird esta en constante búsqueda, y no creo que él sepa en busca de qué pero sigue de todas formas. El muchacho es una especie de antropólogo musical, que bucea en lo más profundo del cancionero americano clásico; folk, blues, jazz, foxtrot, dixieland o el country más puro, el que no está lleno de adornos y melodías pop.
Y si bien viene acompañado por su banda, el comienzo del show es el solo, desnudo, con su violín de compañía. Cierra los ojos, juega con sus pedales para crear patrones de repeticiones y canta sus canciones de abandono. Parece un tipo frágil, introspectivo, viviendo una especie de catarsis y, pudiendo pensar lo contrario, ahí es cuando el magnetismo del cantante llega al máximo.
Luego sí, cambia soledad por compañía, intimidad por electricidad, violín por guitarra eléctrica, y el magnetismo no cambia, la intensidad crece. De un trío básico de bajo, guitarra y batería, puede sacar la mayor cantidad de emociones. Ya sea en plan completamente eléctrico o despojando todo, poniendo un micrófono en el medio, con los músicos cantando uno enfrentado al otro. Como se hacia antes, como lo hacia Elvis o Johnny Cash o Richard Thompson o Townes Van Zandt, del quien elige interpretar “If I Needed You”.
Lamentablemente no todo es perfecto. Entrado el show un desperfecto técnico no puede ser solucionado por lo que se escucha un zumbido constante; molesto para los momentos acústicos pero nada que la electricidad no pueda solucionar. Bird pregunta qué canción deseamos escuchar, está de buen humor; “Armchairs” es la escogida. Una canción de entrega donde hace acordar a Jeff Buckley, aunque pensándolo mejor todas son canciones de entrega. Desde su incursión en las canciones para niños como “Profesor Socks” o la preciosa “Tables & Chairs” con su épico coro “Don’t you worry about the atmosphere”.
Si hay algún acto de demagogia es el comentario de cuánto le gusta la ciudad, lo inspiradora que la encuentra y cómo se ve componiendo un disco acá. Pero siendo honestos, ¿no lo pensamos todos?
Después de dos horas de show la sensación es haber experimentado en vivo la banda sonora de alguna película; tal vez una de Woody Allen si cambiara el jazz por la música indie. Una coctelera de estilo que en otra persona no tendría mucho sentido, pero la tiene. El tema final “Fake Palindromes” se convierte en un extraño himno al optimismo. Andrew Bird vinó y lleno de música a todos los presentes. Es lo único que pedíamos.
*Fotos por Guillermo Coluccio.
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