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Comienzo auspicioso

Después de su participación en el set de Avantasia en diciembre de 2010, los fans del magnético ex cantante de Helloween, Michael Kiske (estuvo entre 1987 y 1993) necesitaban verlo en un concierto propio por primera vez. Si bien no sería junto a la banda que lo consagró, al menos estaría en compañía de otro histórico, Kai Hansen, con quienes grabaron los famosos “Keeper of the seven keys”, part I y part II.
Primeros pasos
Los locales Conjuro y Resist fueron los encargados de abrir la velada ante una monada que de a poco iba copando las instalaciones. Sin embargo, la atención estaba puesta en lo que vendría. En primer lugar, querían ver a Gotthard, la exitosa banda suiza de hard rock que daría su primer concierto junto a su nuevo cantante Nic Maeder, en reemplazo del fallecido Steve Lee.
Y el grupo los dejó encandilados por su actitud, por su humildad y por sus canciones. A pesar de ser súper populares en su país y contar con una buena base de fans en el resto de Europa mostraron sencillez y mucha energía arriba del escenario. En clásicos de su discografía como “Lift u up”, “Anytime anywhere” y la hermosa balada “One life, one soul” lo dejaron en claro.
A Maeder se lo vio seguro en su puesto, con una voz brillosa que hacía acordar a la de Lee. Haber debutado en escena fuera de su país le quitó presión y lo ayudó a estar más suelto. Igual la banda recordó en todo momento a su ex vocalista, como en la sentida “Remember it’s me”.
Con un importante grupo de fanáticos, Gotthard se compró al público local con una actuación convincente, dejando chiquitas algunas intermitencias en el sonido. Prometieron volver. Esperemos que sea como acto central, ya que se ganaron esa oportunidad con este show.
Mucha expectativa
Era el turno del plato principal. La vuelta de Michael Kiske al metal había generado una gran expectativa, que se alimentó con el muy buen disco lanzado en marzo de este año. Además de Hansen está acompañado de otros músicos importantes de la escena como Mandy Meyer (Gotthard), Dennis Ward (Pink cream 69) y Kostas Zafiriou.
Todo era muy nuevo, a tal punto que este iba a ser el primer show oficial de la gira, así que nadie sabía cuáles serían las canciones elegidas para esta presentación. Sin embargo, era obvio que el nuevo álbum iba a ser el eje del show. Y así fue nomás: doce de las quince canciones que sonarían son parte de este álbum.
Las primeras seis composiciones, entre las que sonaron “Unisonic”, “Never too late” y “Renegade”, sufrieron ciertas inclemencias en el audio. Las guitarras brillaban por su ausencia, mientras el bajo y la batería tenían un cartel protagónico, por lo tanto estas agradables y gancheras melodías perdían la vitalidad real.
Desde el vamos Kiske demuestra que es la figura central del súper grupo. Si bien mantiene su voz intacta, no la luce porque la banda debe afianzarse en vivo y así ver cuál es el punto ideal. Hansen asoma en un segundo plano, y parece sentirse cómodo en esa posición. Sus instantes de exhibición son al momento de los solos, donde toma una posición central y muestra su virtuosismo en las seis cuerdas.
La mayoría desconocía las nuevas melodías a pesar de su gusto por lo que escuchaban. Hace muy poco salió el álbum y no habían tenido de tiempo de incorporarlo. Entonces cuando sonó un himno de Helloween como “March of time” el Teatro se vino abajo. La distancia que generan las nuevas canciones fue olvidada con este clásico.
Kiske, ante la tranquilidad llamativa del público, preguntó si se estaban divirtiendo; veía cierta apatía que no le gustaba. Para tratar de estimularlos le pegó su canción favorita del CD “We rise”, y lo consiguió de alguna manera. Un estribillo con cierto grado de emoción y una base hard–heavy los atrapó. Con la siguiente, “Never change me”, se volvió a enfriar todo. Pero sin dudas lo mejor estaba por venir.
El famoso cantico del público“Happy, happy, helloween…” se adueñó de la escena durante el break. Para regocijo de sus fans Hansen le pegó dicho riff lo que provocó una locura generalizada. Luego se enganchó el resto de la banda para emocionar con “Future world”, el clásico de Helloween que contiene esos emocionantes acordes. Kiske dio mucho espacio a su gente para que entonen el estribillo, además de mecharle estrofas de dos conocidas melodías.
En un estado de ebullición pleno, el cierre se dio con otro himno inmortal, “I want out”. Los rostros de emoción se multiplicaban en los presentes.
La banda todavía tiene que afianzarse en vivo. El tiempo les dará un sonido más poderoso y las muy buenas canciones del disco tomarán otro vuelo. Veremos qué sucederá en el futuro.
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