RESEÑAS

Carnaval toda la vida

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Carmina de fiesta

El carnaval es una práctica peculiar de la cultura popular que se sitúa en las fronteras entre el arte y la vida. Es la vida misma, pero presentada con elementos característicos del juego que le permiten romper estructuras e ignorar la división entre actores y espectadores, de forma tal que los espectadores no asisten a la fiesta, sino que se la apropian y la viven. En definitiva esto fue lo que sobrevino el viernes 6 de agosto durante la poderosísima presentación de Carmina Burana. Esta banda de más de 15 años de carrera y 5 discos a cuestas, oriunda de la localidad santafesina de Firmat, combinó una multiplicidad de géneros musicales como el ska punk, el hardcore, el rock con matices latinos, el reggae, y algunos sonidos primitivos de los pueblos originarios.

Todo parecía muy tranquilo durante la previa. Cada concurrente ingresaba al elegante salón  del Centro Cultural universitario y se acomodaba en alguno de los asientos tapizados de las 12 filas que había. Cerca de las 21 las luces se apagaron repentinamente y una energía diferente sacudió el lugar, erigiendo una atmósfera que únicamente podía vivenciarse de acuerdo a sus propias leyes de la libertad, y que la mayoría de los presentes parecía conocer perfectamente. De la mano de Kamono, que lucía su máscara y su atuendo correspondiente, el público estalló de emoción con “Vasallo”. “Van todas a la iglesia van que te van que te van (Bam! Bam!) a que el cura les mienta”, coreaba el grandote, que tiene una de esas voces viscerales que te despiertan y te sacan por un rato de la vorágine de la vida cotidiana.

Los nueve integrantes de Carmina, entre vientos, percusión, teclado y hasta un bandoneón, disfrutaban a la par del público. Siguieron con “Pinche” y “El Sendero de los pajaritos primaverales”. A esa altura pocos continuaban sentados, y el metro y medio de vacío que separaba el escenario de la primera fila de asientos había sido invadido de fanáticos. Claramente hacer pogo y bailar ska en tan poco espacio no eran tareas fáciles, pero en ningún momento se dieron por vencidos. Tal como en el carnaval, se desplegaba un mundo  infinito de manifestaciones de la diversión, del arte y la resistencia que  contrasta y satiriza el paradigma de la cultura oficial, seria y fastidiada. De hecho el nombre de la banda remite a una colección de cantos goliardos del siglo XII que embanderaban el goce terrenal y se burlaban de las jerarquías del régimen feudal, la división estamental y el poder de la iglesia.

Al escucharse las notas de “La hija del patrón” todo fue energía desatada. Desde el público subían a cantar “La hija del patrón sin duda es la mejor aunque mi madre sea de distinta opinión”. Mucho ska, alegría de sobra y abolición de ciertas reglas y tabúes vigentes en la vida cotidiana, creaban un tipo de comunicación a la vez ideal y real entre todos. Mientras la densidad de sonido arrasaba la sala, en las tablas parodiaban una suerte de rito religioso a través de bailes y movimientos, exentos completamente de dogmatismo y carácter mágico gracias al principio cómico que preside los ritos carnavalescos. ¡Todo era una gran fiesta del rock!

La continuidad rítmica siguió con grandes éxitos como “Son robots”, “Brújula”, “Kispe” y “Día del Puerco”. El público no cesó de vivir intensamente cada segundo: cantaba, hacía mosh y vociferaba las letras como si fueran gritos de lucha. La suficiencia del hardcore de Carmina Burana hacía que todo, salvo aquello, perdiera el sentido. Para “Pelliza”, lo último de la noche, Kamono vuelve a colocarse la máscara, objeto que  expresa la negación, la ridiculización y encarna el principio del juego y la diversión en la vida.    

Fluido melódico

Aunque la jornada del viernes había quedado atontada de tanto rock festivo, los rosarinos de Fluido consiguieron conquistar al público con sus melodías y estribillos pegadizos. El contraste entre una banda y otra fue tangible y positivo. En este caso, lo que prevalecía era un sonido que combinaba de a ratos un hardcore rebelde, junto con la tranquilidad de versos y  letras apasionadas entonadas por Lolo Luciani, voz de la banda. Sonaron grandes temas como “Escape”, “Pista o señal” y “Tranformas”, y además presentaron algunas de sus flamantes creaciones. Los espectadores, que de a poco fueron tomando confianza, acompañaron cada canción y se prendieron al pogo que para el final de la noche se armaba frente al escenario. La fiesta que había empezado hace un par de horas concluía con éxito y dejaba a todos los concurrentes más que satisfechos.

Redacción ElAcople.com

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