RESEÑAS

Canción animal

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Seamos obvios: ¿cuántos de los que teníamos entrada para el sábado, al levantarnos y sentir en los ojos los rayos abrasadores del último febo primaveral -posado sobre el cielo más celeste que alguna vez hayamos visto-, dijimos en voz alta: “Maldición, va a ser un día hermoso”?

Esa era la premisa para emprender un día tan peronista y de ricota como el último 20 de diciembre. Desde temprano, algunos autos y micros se movieron por la Buenos Aires-La Plata. Sosiego, musiquita y villas al costado del camino era el cóctel viajero.

De a poco se fue poblando la metrópolis de las diagonales, aunque el estado de ánimo era de sábado pueblerino. El calor los abatató, pero bajo la sombra se podía respirar. Los niveles de humedad estaban óptimos y la cerveza se encargó del resto.

La procesión por la avenida 32 era una postal perdida de los noventa: olor a chori y a porro; a vino caliente y a fernet barato; a chivo y a perfume; policías a los costados, fisurados, un loquito con un cuchillo que ajusticiaron a piedrazos. Adrenalina, eso que huelen los perros.

Faltaban eternidades para que se apagaran las luces y la organización del espectáculo decidió pasar por los parlantes, el partido que Boca y San Lorenzo disputaban a pocos kilómetros de allí. La tarde se iba diluyendo entre una siestita sobre la lona, conjeturas acerca de lo que tocaríaSolari… plática de borrachos, diría Barney Gómez.

Resumiendo, el concierto comenzó pasadas las diez con “Pedía siempre temas en la radio”, “Ramas desnudas” y “Porco Rex”, tres del último disco, el cual el cantante estaba presentando con una camisa ad-hoc: cerditos impresos en negro, sobre una tela naranja. Gama alta.

Por supuesto, las más festejadas fueron esas gloriosas páginas que supo escribir bajo el ala de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Entre varias, “Rock para el negro Atila”, “Divina TV führer” y “Nadie es perfecto” obligaron a “mover el culito”, tal como pedía el pelado.

Lo más saliente no tardaría en llegar. Mucho se habló de la reunión entre Indio Solari y Andrés Calamaro: de por sí, era toda una rareza que hayan grabado un tema para“Porco Rex”, sabiendo que el sexagenario es celoso de su imagen y su cartel, pero más lo era que ambos carismas convergieran sobre un mismo escenario. Carlos lo presentó con nombre y apellido y Andrés salió tranquilísimo, perfil bajo, en silencio. Entre las tres canciones que hizo esta alta sociedad, “Esa estrella era mi lujo” fue uno de esos momentos que uno extrae de un recital y se guarda para siempre en su memoria selectiva, con lágrimas en los ojos.

Calamaro estaba ante un público ajeno, un público difícil que por sectores no paró de putearlo. Es por eso que Solari, al despedirlo, dejó algo que debería grabarse en las mentes no sólo de los neo-ricoteros o jovencitos que inventan rivalidades entre músicos… ¡M-U-S-I-C-O-S!: “Los artistas populares no son nuestros enemigos”. Clap, clap, clap.

Paréntesis: la falta de respeto fue una constante en el multitudinario encuentro. Bengalas, tres tiros, candelas y otros manjares pirotécnicos no faltaron. Quienes usaron estos artefactos se cagaron olímpicamente en los que tenían al lado. No se trata de “respetar una tragedia”; hay que pensar en que no es ni pintoresco ni folklórico tragar humo de color ni esquivar chispitas. Ni aunque suene“Un ángel para tu soledad” ni “Ji-ji-ji”, dos de las últimas.

Así se terminaría esta jornada en donde la bestia pop asomaría sus narices, algo que sucede cada vez más seguido, no sólo por sus shows, sino también por las participaciones en discos ajenos, homenajes y otros. Es saludable ver en tan buena forma a un tipo tan importante para nuestra cultura como lo es Carlos Solari y fuera de discusión está la calidad de sus nuevos trabajos. Podrá emocionar más o menos que la obra de los Redondos, pero es sincero. Eso lo enaltece más, ya que “sinceridad” es una palabra que se usa bastante poco en esto que llamamos rock.

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