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Cambio de piel

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Apenas unos días después de la salida del baterista Javier Herrlein y de su histórico manager, Catupecu Machu se internó a diagramar lo que se convertiría en “El mezcal y la cobra”. Agustín Rocino (ex bajista de Cuentos Borgeanos) se hizo cargo de los parches mientras que la producción estuvo a cargo del propio Fer Ruiz Díaz, quien define el disco citando parte de la letra del tema “Klint… pintemos”: “Pinta lo que no ves / Todo esto es perfecto / vuelvo de un fin / Lloré / Todo esto es nuestro / Hoy es perfecto”.

La línea de bajo repta a través del sintetizador; sin embargo es el riff de guitarra el que irrumpe constantemente para darle identidad al tema que abre con todo el disco y que además da nombre a la placa. Un tempo más abajo, pero igual de oscura es la segunda parte del track que llega sobre el final del álbum. Esa positividad que describe su cantante y líder es clave para entender la exploración musical con la que convive Catupecu.

Más accesible rítmicamente se muestra el primer corte del álbum, Metrópolis nueva(que viene rotando desde julio). No negar ni despegarse del pasado parece ser el lema de la canción.

En “Baile guerrero, golpe certero” es el mismo nombre de la canción el que nos orienta: la base de batería es simple, los golpes son bien marcados, certeros; la voz de Fernando parece estar al borde del quiebre, en un tema que es punto alto de un disco que se necesita “digerirlo” en varias escuchas para apreciarlo. 

Con “Musas” retoman la veta acústica de “Laberintos entre aristas y dialectos” y el resultado sigue siendo positivo. En la misma clave, “Vi llover” demuestra que no hay que “enchufarse” para impactar.

Cristalizado” muestra un tremendo trabajo de violas: un gran riff, sutiles arreglos y un excelente puente previo al estribillo; es una lástima que el mar de guitarras del solo dure tan poco. La letra navega esa poética existencialista que predomina en muchas canciones de Catupecu: “Cuanto menos busqué, todo se fue revelando” cantan en un tema que seguramente se convierta en corte de difusión.

Podemos tener un disco preferido de ellos, o rescatar una etapa más que otra. Pero si hay algo que no se les puede reprochar es su inquebrantable búsqueda musical. Lejos de dormirse en los laureles, Catupecu Machu es una banda en constante transformación y siempre sonoramente inquieta. Como la cobra que da nombre al disco, Catupecu cambia de piel pero nunca deja de ser esa banda depredadora lista para atacar y dar el zarpazo.

Redacción ElAcople.com

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