RESEÑAS
¡Cállate John!

Los DURABEAT -cinco muchachos mayores- le dan arranque a la amena velada de la mano de Get back, una buena elección. Las voces de bajista MARIANO LEIVA y el guitarra JOSÉ MARÍA NÚÑEZ van intercalándose y conformando la sinuosa melodía. El ambiente es tan agradable que incomoda un poco. Suenan, entre otros, Let Me Roll It y One After 909.
Ya desde el comienzo, nuestros ávidos oídos pueden notar las variaciones que la banda introduce con respecto de las versiones originales. Tal el caso de Hard day´s night, trasladada con no tanta eficacia hacia un sonido lounge, con presencia de largos pasajes instrumentales.
Dos cositas sin conexión aparente: Por un lado, una notoria preeminencia de canciones escritas por PAUL, incluso composiciones de su etapa solista. Por otra parte, la preeminencia de una gran variedad de costosas fragancias que los asistentes emanan de sus cuellos, muñecas, pañuelos y desde aquí atrás, entre la oreja y el cráneo. ¡Atención!: La conexión puede fundarse en argumentos basados en el prejuicio.
Ciertamente, DURABEAT no es una mera banda de covers, sin desmerecer a éstas, y puede que a cierta gente la propuesta le resulte interesante. Las versiones son tocadas con efectividad y sumo profesionalismo, pero pierden mucho del espíritu y el añejo sonido de los viejos discos de vinilo. Incluso algunas incursiones instrumentales de los guitarristas son tan intrincadas que supongo que GEORGE y JOHN se hubieran visto en grandes problemas a la hora de ejecutarlas. Puesto a elegir, un amante de la música de los cuatro quizás prefiera oír aquellas nobles piezas atemporales tal como fueron concebidas y registradas. Es claro que los DURABEAT no apuntan a ese público.
Promediando el show, el gran GILLESPIE es invitado a las tablas para aggiornar y amalgamar con su seductora trompeta. Grandes aplausos para él. Aún más para un tal LUIS ALBERTO SPINETTA, que toma el centro de la escena y entonces uno nota la diferencia. Lo nota enseguida. La inexplicable presencia del Aura: manifestación irrepetible de una lejana, por cercana que pueda estar. La banda lo sigue en la preciosa Oh my love. Luego se despacha con Jardín de gente y cierra su breve e intensa participación con Despiértate nena. La calma vuelve a reinar.
El show continúa y se mantiene en un nivel de corrección que tiende a caer en el aburrimiento. No obstante, la monotonía se quiebra con una estupenda versión With a little help from my friends con la cuál la banda se retira.
CHARLY GARCÍA, de traje y camisa. Back in the U.R.S.S, Can’t buy me love. Le escapa una y otra vez a la partitura y los Dura le siguen como pueden. La gente, por primera vez en toda la noche, ha abandonado sus asientos. El bajista se queja por un acople. Uh, soy yo, dice CHARLY. La desprolijidad sonora es inversamente proporcional a la efervescencia de la concurrencia. ¿Entienden, no? La última de los Fab Four es I saw standing here. Todo tiene un final y todo termina con Cerca de la revolución.
Un recital correcto de una banda que se mueve dentro de un circuito cultural abreviado. Un público que responde en apariencia y actitud a esa franja social. Dos invitados de lujo que marcaron la diferencia entre artistas y sesionistas. Es fama que no es fácil meterse con Los Cuatro de Liverpool. DURABEAT, señores, a tomarlo o dejarlo. Un saludo a MARK CHAPMAN.
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