RESEÑAS

Buscando identidad

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Medianoche en Cemento. A caballito algunos atan sus banderas –Polvorines, Olivos, Wilde, etc.– como dando el presente para esta nueva convocatoria de PIER, después de casi cuatro meses de ausencia. Entre un público -principalmente veinteañero- predominan notablemente remeras de LOS REDONDITOS, marcando desde un principio la clara afinidad del público con esa banda, haciendo pensar que para algunos, esta noche podía ser la manera más próxima de amortiguar la ilusa espera de algún destello ricotero.

Minutos antes de salir a escena, sonaban temas como “Don´t stop”, “Wild Honey” e “It’s Only rock & roll (but I like it)”. Ciertamente, no pasaría mucho tiempo antes de que concluyera que por lo menos una parte de este último título resumía perfectamente lo sucedido sobre el escenario.

Parte uno

Fuertes luces añiles y un intenso humo crearon el clima para que PIER salga a escena. Un comienzo calmo, casi hipnótico pronto se convirtió en un mar de pogo, con bengalas y banderas que flamean al ritmo de “El comodín”.

“Soplando velitas” se nutrió íntegramente de un poderoso riff a cargo de la SG de AGUSTIN CEREZO, que fue coreado por todos los rincones del mítico local, demostrando su gran poder sonoro. RAMIRO CEREZO despliega su voz, la cual desde un principio realmente intentó asimilarse, e incluso emular, a la del INDIO SOLARI. El abuso del vibrato vocal no hizo más que incomodar el oído y empalagar las letras, dificultando notablemente su comprensión y ejecución.

Así pasó “Pulposa satisfacción”, con una guitarra que ciertamente sabe utilizar efectos como el reverb, eco o el delay para no dejar espacios en la estructura sonora cuando se desplaza por notas en lugar de acordes; con un bajo firme a cargo de NICOLAS FERREIROS y la sólida batería de EUGENIO CEREZO, que elaboran lo justo y necesario a la hora de crear la base. “Fervor de los sueños” es un claro ejemplo de esto.

Tras alguna que otra invasión al escenario por parte de algunos integrantes del público, la banda eleva una plegaria por Madrid, antes de sumergirse en “El mar de sangre”, tema que ramifica un poco el espectro de sus influencias, mostrando aires a PINK FLOYD, e incluso por momentos a un temprano U2. Continuaron con un tributo a los RAMONES, mediante una buena versión de “We want the airwaves”. Aquí, la voz sale un poco de su “personaje”, para mostrarse tal vez en un estado más puro, y ciertamente más colorida.

Las buenas escaladas de guitarra y estribillo de “Prisionera robot”, y el heavy blues de “La gorra de caramelo” fueron los que dieron fin al primer tramo del show.

Parte dos

Luego de quince minutos, la banda volvió al escenario. El segundo set pasó con la misma potencia y la misma monotonía del primero. Arrancaron con “De andar elegante”, y un tema nuevo titulado “Al filo del peligro”, para luego agradecer plenamente a su fiel público, y seguir con “Tu tiempo se acaba”, en donde pasaron por todas las velocidades, antes de volver a tomar carrera con el aliento del público para estallar en un estribillo poderoso.

Luego del ya clásico canto de “dale Pier, dale Pier, te venimos a ver, alucinados, como la primera vez”, y su respectivo apoyo rítmico por parte del bajo y la batería, sonaron la potente “Mr. Partener”, y luego el ya himno pierense “Sacrificio y rock & roll”, con todos coreando al unísono “saaaaaaacrificio” sobre una melodía que se teñía de aires stones y chispazos de AC/DC.

Todo se agitaba a pleno al ritmo de versos como “No te desesperes más, la vela vas a soplar / y se te va a empapar” y “Sacrificio y Rock ‘N’ Roll / y estos pibes quieren mover / no te preocupes, nena, esta noche toca PIER”. Un poeta. Le siguió los muy festejados “Ritual de los pibes atentos” y “La ilusión que me condena”, para la cual todo Cemento canta los primeros versos, dándole un gran toque de emotividad. Sin duda éste fue el climax del show.

La banda abandonó el escenario, haciéndose rogar durante varios minutos antes de retornar para entregar los bises. “El narigón del barranco”, con cuatro bengalas simultáneas, volvió a encender la mecha, para que “Lunares” sea una verdadera fiesta, con pogo, banderas, remeras y demás; una guitarra que repiquetea en acordes abiertos, bañando de adrenalina a un estribillo que no quiere morir.

Luego de tirar púas, listas, y palos de batería al público, la banda deja el escenario, culminando el show.

Epílogo

Ciertamente PIER es capaz de lograr un gran poder sonoro, sabiendo aprovechar el talento de la guitarra a la hora de componer riffs y progresiones instantáneamente coreados por el público; pero fallan en mostrar un punto clave: la versatilidad. Lo que hacen, lo hacen bien, pero como todo buen chiste que es contado muchas veces, pierde su gracia.

Esto mismo sucedió la noche del sábado, con una banda que supo entretener, y explotar bien lugares comunes y rincones de la memoria del público. Resultó evidente que a los presentes ciertamente no pareció molestarles. La banda mantiene formulas y suma adeptos gracias a su familiaridad sonora en lugar de su exploración y evolución.

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