RESEÑAS

Buenos Aires City Rockers

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La tapa del “London Calling” está siempre a punto de estallar en tus manos. Es una de las portadas que adoro, el significante definitivo de lo que fue y nunca debería dejar de representar al significado “rock”. El disco empieza con esa guitarra a punto de atacar el piso con la fuerza de años de bronca, furia, resentimiento y punk rock. Lo que se llama catarsis, pero de verdad.

No hay explosión de guitarrazos hasta que suena el Brand New Cadillac o las Spanish Bombs y para la mitad del disco ya estamos bailando entre el encordado hecho trizas y miles de pedazos estallados de aquel impacto, esa extraña sensación rockera de que en el concierto del desconcierto, algo está por explotar. Tan solo por esto, el festival merecía por lo menos atención.

Con LOS BARREIROS tenemos a un grupo ideal para una súper fiesta en la disco Shangai A Go Go, como teloneros de Las Vacas Sagradas, mientras La 99 bebe su trago en un zapato de lujo y El 86 discute con La Garra (No Gala, Garra!) entre twist y gritos.

Como por el túnel del tiempo pasan edulcoradas versiones sixties de SANDRO (”Ave de Paso”!), RIFF (”La Espada Sagrada”), SINIESTRO TOTAL, el “soundtrack original” de Calabromas, la marcha peronista y JOHNNY TEDESCO. En fin, mucha diversión en dosis elegante para empezar la noche.

Juro que THE GIRALDOS no me gustaba desde antes de conocer que uno de sus cantantes era el Señor Ultrapop, organizador de la fecha. No encuentro nada más que un chiste fácil y una musicalidad simplista, que en lugar de reivindicar una actitud punk o austera en pos del impacto, los lleva al facilismo mal entendido.

Les queda sólo la ventaja de compartir su árbol genealógico con LOS BRUJOS, pero menos producidos, atrasados en el tiempo, como sobreactuado, menos musicales y con mucha menos onda. No entiendo como a alguien le hace falta hacer una canción que repita y repita “conchuda” o “coño depilado” o algo así como un supuesto estribillo, salvo que tenga 15 años y demasiada testosterona para su vida.

FANTASMAGORIA evolucionó. Aquel grupo punk pop que comenzó cerca del 2000 con canciones marca PIXIES, ahora, además, compone sus temas como en un bosque, escuchando ”Sillas Stingy” de los WHO por una oreja y ”Honky Tonk Women” de los ROLLING STONES por la otra. Sus shows crecieron, GORI parece tener todo fríamente calculado y aún así sorprende, rockea, despunta vicios psicodélicos y desde la ingenuidad pop de las letras y la música, alcanza un estilo que demuestra lo complejo que se vuelve abordar lo simple y hacerlo atractivo.

Repasaron temas como ”Caballos Negros”, “Todos quieren ser millonarios” y ”Barrio Bajo”, más novedades y “Aterrizaron Aterrorizados”, del primer Ep. Los momentos psicodélicos suenan más logrados en el disco, pero joyitas como la versión a capella de “Sentado junto al diablo” o la intrigante y suspensiva “Arboles Altísimos” son pequeñas victorias.

No es esta la dimensión de LOS PEYOTES, definitivamente. Están más allá de todo lo real en el rock y que cada vez más gente se acerque a ellos es fascinante y clara muestra de una contagiosa enfermedad mental que no se detiene. Su música sería algo así como leer CASTANEDA dentro de una guitarra Vox, entender solo algunas partes y darle que darle al fuzz en ritmo garage a go go, mejicaneando la noche como un coyote come-hongos en el Wild Texas.

“El humo te hace mal”, “Back to come”, “El loco de la ruta”, “Brotherhood” y la versión de “Jack the Ripper” son agitadores de tres tonos hechos de una batería exaltada, maracas, guitarras deliradas y un farfisa penetrante como las palabras de un viejo chamán que da miedo y entrega verdades. Si no existieran tendríamos que inventarlos para entender cuál era la parte salvaje, irónica, psicópata y veloz de lo que conocíamos como rock.

No pensaba ver a DDT en vivo una vez más. No pensaba volver a cantar “estado de weekend” eso de “te invito a probar la del Dandy Rock Club”. Creía que ellos, como mi adolescencia (o bueno, parte de ella), habían terminado en los ’90, como la Revista Revolver; algo así como un inolvidable detalle. El encontronazo tuvo entonces cierto sabor a nostalgia y nada más. Adelantados, fueron “ochentosos” antes de que estuviera de moda y hoy son punks con impulso funk, con ritmo electro, con las mismas poética astuta y sorprendente, pero hasta ahí.

Volver a oír ”Elegante Sport” y la cantidad de temas nuevos permiten entender porque son de otra época y como con muy poco se mantienen tan actuales. Y no es que tuvieran mucho, siempre pareció faltarles algo. Tuvieron eso que se llama personalidad, su propio mundo de villeros de Recoleta, giras y glamourización, la voz de SHARLY empastando todo con prepotencia, esa personalidad que hoy se lee como “actitud”. Suficiente.

Los SATAN DEALERS trabajan para el diablo, definitivamente. Si aquel viejo blusero entregó su alma a cambio de tener todo el blues en sus manos, estos muchachos la cambiaron por mucho rock, pero ellos sí pudieron engañar al diablo y se escaparon con el rock y sus almas, a la velocidad de la canción más rutera, en una Chevy vieja por el camino “killer” que atravesaron TURBONEGRO o los HELLACOPTERS ya hace mucho. Ni el diablo los alcanzó todavía.

ADRIAN OUTEDA es una de las grandes voces del rock y como frontman levanta el show con garra. Encima no pifian una. “Belleza y fantasía” diría el Bambino. Que un riff por acá, que te meto un súper estribillo por allá, que te invento una base para que te desnuques vos solito con la agitación, todo eso. Hubo canciones de “The Brightest View”, su último disco, temas nuevos, algunos en castellano -cosa que hasta ellos ya deben necesitar- y un cover de PRETENDERS que no me acuerdo como se llama (no ”Don´t get me wrong”, la otra canción) y para el ”Moonage Daydream” de BOWIE.

“Buenos Aires Calling” decidieron llamar al festival, como si no hubiéramos perdido ya el absurdo anhelo de ser “London”. El rock under en Buenos Aires no “Calling”, él “Llama”, pretende que lo escuchen fuerte y claro y los grupos que participaron son ya relecturas bien argentinas de una forma por lo menos interesante de hacer rock. Juntos, a su modo, revivieron algo del espíritu de aquel salvaje guitarrazo al suelo de los CLASH.

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