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Blues de lujo

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Nadie es profeta en su tierra; Joe Bonamassa  lo sabe. Desde que irrumpió en la escena musical ha sido el niño mimado de Europa y, sobre todo, de Inglaterra. Tendrá que ver con su enfoque en la música: más allá que sus mentores sean Muddy Waters, Robert Johnson o B.B. King, el neoyorquino se acercó a Cream, a Gary Moore, a Fleetwood Mac, a Jeff Beck.

Desde el momento en que sale a escena se ve que Bonamassa no tiene aspectos negros en su música. La forma de vestirse, de tocar, de cantar; lo suyo es blues blanco y acierta en no querer ir para el otro lado. Es una cuestión de naturaleza.

El repertorio empieza con “Slow Train” y “Last Kiss”. Desde el inicio se ve el espíritu de Bonamassa en la música: aunque esté basada en el blues, no puede evitar dejar salir el costado hard rockero que lleva adentro. Se trata de pensar el blues en un contexto más rockero. ¿Es algo nuevo? No, pero el guitarrista juega con eso de otra forma. La fuerza y el empuje necesario vienen también por parte del gran baterista Tal Bergman, donde la fuerza sobrepasa a la técnica. No me malinterpreten, técnicamente también es impecable, pero para la música que piensa Joe, la fuerza es vital. Bergman claramente está más cerca del hard rock o el heavy metal que del blues; por momentos hace acordar a Vinnie Paul, de Pantera, pero más rápido. El bajista Carmine Rojas se destaca pero solo si lo ves tocar; en la mezcla final de sonido no logra apreciarse del todo. Y el tecladista Richard Melnick está encargado de los detalles. Su participación no es tan protagónica; tal vez el repertorio está pensado más para un power trío. No es muy loco pensando en el crisol de influencias del muchacho.

El músico tiene un poco ese estigma de hacer blues para la gente que no escucha blues, lo cual probablemente sea cierto, pero tiene que ver con sus habilidades musicales. Es, tal vez, el guitarrista de blues más amplio de todos, además de buen compositor. Vamos, que si quisiera podría dársela de estrella y hacer cosas como las que hace John Mayer. No es el caso. La elección de covers establece que podría ser el hijo bastardo de cualquiera: Gary Moore, Howlin Wolf, Jeff Beck, Freddie King, ZZ Top, The Who. En toda esa coctelera aparece la esencia del tipo, que suena con la potencia de Zeppelin y la prolijidad de Gary Moore. Creo que la virtud del muchacho recae en la no exageración de nada: es virtuoso, pero no hace gala de eso; es pulcro y prolijo en extremo al tocar, pero sabe rockear fuerte; es la estrella, pero es consciente de la banda que trae. Y lo más importante, piensa en pos de la canción y del espectáculo. Es por eso que en el viejo mundo se la pasa llenando arenas; el tipo sabe dar un gran espectáculo con la música como única arma.

Promediando el show aparece “Song of Yesterday”, de Black Country Comunnion. BCC es tal vez la banda que introdujo a Bonamassa al resto del mundo, además de ser uno de los pocos súper grupos digno de ser llamado así y dar un material a la altura. Glenn Hughes armó este proyecto para el que convocó a gente joven y cuenta, además del guitarrista, con Jason Bonham y Derek Sherinian, ex Dream Theater. Ahí se lo puede ver despuntando el vicio del hard rock.

La excusa de la presentación del nuevo disco no aparece ya que de ese álbum solo suena el tema homónimo, “Driving Towards The Light”. Tal vez porque la nueva producción tiene apenas una semana y esta es la primera visita es que el show se enfoca en otra cosa. Para al final deja “Just Got Paid” de ZZ Top con un guiño a “Dazed and Confused” de Zeppelin. No sé ustedes, pero yo entré viendo una banda de blues prolífica y me fui viendo una banda de hard rock de estadios. Ese es el poder de la música en vivo y la muestra más cabal de porqué un par de instrumentos y una pared de Marshall jamás pasarán de moda.

azafatodegira.com

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