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Black Label Society: intermitencias sureñas
El miércoles, en Groove, la banda de Zakk Wylde tocó por cuarta vez en Argentina, con un show de 80 minutos, en el que no faltaron canciones de su último disco y los clásicos de siempre.
Black Label Society volvía al país después de dos años de la mano de un nuevo trabajo, “Catacombs of the black vatican” (2014), y en compañía de dos nuevos integrantes: Dario Lorina en segunda guitarra y Jeff Fabb en batería. Lorina fue el encargado de reemplazar al histórico Nick Catanese, quién dejó el grupo por decisión de Zakk ya que no lo veía comprometido con el proyecto: “Necesitábamos alguien que le ponga sangre y ganas, nada más”, fueron sus palabras.
Lo que sus fans quieren
Antes pasaron por el escenario Reckless, Metalkimista y Arkadia. Estos últimos mostraron canciones como “Será” y “Máscaras”, influenciadas por un digno y respetuoso hard rock. El público los escuchó con atención y les dio el visto bueno.
El telón negro con el logo de la agrupación estadounidense, que separaba a la banda del público y que bajaron luego de terminado el último grupo soporte, generó una expectativa y un clima superior. “Zakk…”, gritaba la gente enfervorizada. Cuando sonó “I’m broken” (Pantera) a un volumen mayor, todos sabían que el inicio era inminente (vale mencionar que Wylde es un gran admirador del desaparecido grupo). Ya con Black Label Society arriba de las tablas, los enérgicos fans estaban disfrutando a pleno del poder que transmitían “The beginning… at last” y “Funeral bell”. Sin embargo, desde el primer acorde se percibió un volumen excesivamente fuerte que perjudicaba en el resultado final: mucha saturación y poca claridad en el concepto general. A esto se le sumaba que el grupo durante más del 80% del show seleccionó temas de un alto nivel de intensidad. Los seguidores más acérrimos estaban dichosos con este set list.
El violero de New Jersey es el personaje y el único que genera interés. Si bien sus poses son algo trilladas, en él no parecen exageradas. La tarima que estaba a su izquierda fue utilizada una y otra vez, sobre todo al momento de su lucimiento personal. Él también le daba una cierta participación a su gente, especialmente en los estribillos. El noveno disco de estudio, «Catacombs of the black vatican», un álbum más sureño y blusero que el anterior, «Order of the black» (2010), tuvo su espacio dentro de esta gira. Y durante este show las canciones tuvieron una gran aceptación, tal como sucedió con «Heart of darkness» y el primer corte, «My dying time».
Si hay un momento esperado en los conciertos de Black Label es el de los solos de Zakk. La gente disfruta a pleno esos minutos de destreza. Son instantes de pura velocidad y técnica, aunque escasean de matices y frescura. Por momentos se torna repetitivo y no despierta una admiración absoluta. Eso no quita que tenga un talento que traspasa la barrera, y que una gran parte se emocione con su pirotecnia.
La parafernalia bajó solo un instante su intensidad. Primero sonó «Angel of mercy», una balada de ritmo sureña tan característica de Wylde y compañía. Acá Lorina dejó la viola y pasó a los teclados. Luego Zakk quedó solo en piano y empezó con «In this river», una sentida canción que fue corte de su disco «Mafia» (2005). Sin embargo, tampoco se pudo apreciar en su esplendor debido al elevado volumen.
Para el final llegaron las canciones que provocaron mayor descontrol en el público. Tanto Zakk como Lorina aparecieron con guitarras de dos mástiles para «The blessed hellride» y el sonido parecía más contundente, pero el cierre con «Concrete jungle» y «Stillborn» volvió a generar esa irregularidad sonora que permaneció a lo largo del concierto.
Si bien para este show tenía cosas nuevas para mostrar, el desarrollo del mismo tuvo similares defectos a su última presentación de noviembre de 2012 en el Teatro Flores: momentos de lucidez, otros de monotonía, mucho virtuosismo pero escaso de matices. En definitiva, una buena fecha pero con altibajos.
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