RESEÑAS

Bienvenidos a mi mundo

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Era la mañana del lunes siguiente a la primera presentación de BJORK en la Argentina y mi ansiedad por saber sobre el show del domingo había hecho despertar a mi amigo y obligarlo a que exprima, entre sábanas y lagañas, su exquisito poder de síntesis para que me cuente en tres palabras lo que había sido el primero de los dos shows de la chinita en Buenos Aires.

La respuesta del mensaje fue “Ancestros, chamanismo, futuro”.

Al otro día, ya más distendidos y mientras la resaca musical made in Islandia terminaba de licuarse en sus venas de escritor y periodista tresarroyense, GRAZIANO agregaba: “Sin palabras, piel de gallina. Con la lengua esta señora abarca mundos… los ancestros y las tribus del futuro, los placeres terrenales y los espirituales. No sólo se trata de un genio musical en pleno uso de sus facultades como arregladora, compositora y letrista, sino que además afana porque tiene un caudal vocal fuera de este mundo”.

En la entrada del Gran Rex, la gente respiraba con aire de afortunados: las entradas agotadísimas sólo hicieron que unas seis mil personas (entre los dos días) pudieran ser testigos de lo que fue el show del año. Y no exagero ni por fan ni por fanfarrona.

Antes de entrar, se me ocurrió que sería difícil que alguien alcance en calidad e intensidad los dos shows que ROGER WATERS dio en River a comienzo del año y me equivoqué rotundamente: el trance suprasensorial y espiritual que BJORK nos propuso fue tan impactante como emocionante.

El mar de sonidos indescriptibles, la estética teatral medieval y esa voz extraterrenal estallaron pasadas las nueve y media de la noche con “Earth intruders”, corte de su reciente disco y el reflejo perfecto de lo que sería el resto de la noche: un ejército de intrusos armados con los más novedosos instrumentos, liderados por una damita hermosa, chiquita e hiperquinética que, vestida en un gran volado dorado brillante, vincha verde y descalza, nos llevaría de las narices a mostrarnos su excéntrico mundo.

Así fue como a poco de empezar pidió que dejen de sacar tantas fotos ya que le impedía concentrarse: “Es como tocar para los paparazzi. Si quieren que esté en este momento con ustedes, ustedes tienen que estar conmigo”, dijo nerviosa y entre disculpas. Y se le perdonó con aplausos y gritos que se cortaron inmediatamente cuando sonaron las primeras melodías de “Pagan Poetry”.

Escoltada por las WANDERBRASS, una orquesta muy simpática de vientos compuesta por diez chicas vestidas como bufones futuristas, BJORK manejó el show y al público como quiso.

Primero, dejando a la platea completamente helada y al borde de las lágrimas con sus clásicos “Hunter”, “All is full of love”, “The pleasure is all mine” y “Desired Constellation”, donde su voz, respiración y bailecitos chamánicos fueron tan protagonistas como los instrumentos que la acompañaban: el “Reactable”, (un tablero iluminado que disparaba una infinidad de sonidos electrónicos cuando DAMIAN TAYLOR movía las fichas de su superficie), y el teclado y la percusión a cargo de JONAS SEN y CHRIS CORSANO, respectivamente.

El imponente “Army of me” inició la segunda etapa del show que convirtió al Gran Rex en una gran rave psicodélica. Ahí ya no importaba que la persona que estaba delante se pare en las butacas a bailar porque lo que valía era fundirse en trance con la música y las luces que invadían todo el cuerpo.

“Innocence”, “Hyperballad”, “Pluto” y “Human Behaviour” hicieron que gran parte de las personas abandonen las camaritas, filmadoras y celulares y se entreguen a disfrutar del momento como realmente se merecía.

“Don’t let them do that to you!… Make your own flag!, Rise your own flag, higher higher” canta como himno en “Declare Independence”, último tema de la noche que terminó por estallar como los papelitos dorados que volaban por el aire, las cabezas de los hombres y mujeres que lograron sumergirse por una hora y media en el mágico mundo de BJORK.

“Leyenda, irreal, completa” son las tres palabras que agregaría a las del comienzo. Se la puede amar u odiar, pero no hay dudas que BJORK, a sus 41 años, es una de esas leyendas vivientes que nos invita en cada una de sus manifestaciones artísticas a extrapolarnos a mundos tan irreales como incomprensibles. Ver para creer. Un verdadero genio.

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