RESEÑAS

BERSUIT en el Luna Park

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Columnas de un público sub 20 que luce piyamas o remeras argentinas avanzan por las avenidas Corrientes y Alem. Son casi diez mil y se autodenominan psicópatas. Parecen dispuestos a vivir en el zaguán de un mundo liberado y, si hay garantías, son capaces de patear la puerta. Sudan por anticipado lo que será una verdadera fiesta popular y entran en calor saltando para no parecer ingleses o marcando claves de candombe.
Se apagan las luces. En pantalla gigante un breve documental recorre la trayectoria de BERSUIT, anticipando un show con características de revisionismo histórico.

Del pasado al presente

BERSUIT apela a la memoria y abre la velada con “Como nada puedo hacer”, de su primer disco Y Punto. Aquellos fines de los ‘80, de democracia no acostumbrada, de precios que aumentaban de un segundo a otro, queda sintetizado en la impotencia de insultar: “Como nada puedo hacer puteo: hijos de puta”. A lo largo de la noche, la banda demostró que para comprender el presente y planificar el futuro, es esencial no olvidar el pasado. Por eso también sonaron “Si amanece” y las renovadas versiones de “El tiempo no para” (con CHARLY BIANCO, primer guitarrista y fundador de BERSUIT), “Espíritu de esta selva” y “20 millones”. Hermosas fotografías del dolor en épocas dónde el delirio y el desconcierto pudieron más.

La fiesta popular

GUSTAVO CORDERA dedicó el show al presidente norteamericano George Bush “y a sus cómplices argentinos”. “Este país es una fiesta y no necesitamos nada de ellos”, arengó El Pelado. La sentencia quedó demostrada en más de dos horas de show, en un clima constante de alegría catártica y descabezada. “El viejo de arriba”, “La bolsa”, “Comando Culo Mandril”, “Afro” y “Porteño de ley” impulsaron a un baile sanamente descontrolado. A pesar de la inmensa convocatoria, en los shows de BERSUIT se respira aire de fiesta popular, huele a mesas de caballetes y bombitas de colores.

Inéditos y covers

El tecladista JUAN SUBIRÁ despuntó su vicio tanguero en una hermosa versión de “Tortazo”, de EDMUNDO RIVERO, a base de guitarras y cajón peruano. Aparte, BERSUIT presentó dos temas inéditos: “La calavera”, un rock de tempo emotivo, y “Convalecencia en Valencia”, en la cual un excelente juego de luces transformó al estadio en un plano casi onírico: haces violetas barriéndose por el campo y flashes que hacían latir el escenario.

Adherentes a la causa

JAIME TORRES, que en sus manos lleva el sonido de la pachamama, le sacó sonidos ancestrales al charango en “¿Qué pasó?” y “Un pacto”, el nuevo himno bersuitero. Sin escalas, la banda viajó del huayno al rap y sumaron a EDUARDO SCHMIDT y PABLO ROMERO de ÁRBOL en voces y saltos para el popurrí “Tuyú – Iambo Iombo”. ALEJANDRO BALBIS, de la murga uruguaya FALTA Y RESTO, que en su voz lleva todo el Río de la Plata, cantó con su gente en “Negra Murguera”. FERNANDO CABRERA, otro músico del otro lado del charco, presentó un tema propio, “Viveza”, tan solo acompañado de su voz y un shaker. Ya para el final, después del gran impacto de ver a diez mil jóvenes gritando “ellos tienen el poder y lo van a perder”, “EL MONO” MARTÍN de KAPANGA, MANUEL de LA MANCHA DE ROLANDO y HÉCTOR “LIMÓN” GARCÍA (ex BERSUIT actual VÍA VARELA), coparon el escenario en “Se viene”.

El legado

Hay algo mucho más importante que la convocatoria, el disco de platino, la venta de entrada anticipadas y los récords de recaudación. BERSUIT está dejando un legado alucinante, cuidando y compartiendo un fuego interno que ningún gobierno ni ninguna multinacional pueden apagar. Cuando finalicen los conciertos en el Luna Park, más de 50 mil chicos habrán visto a BERSUIT. Serán 50 mil jóvenes que, mediante esta banda, se habrán familiarizado con ritmos autóctonos como el candombe, el huayno, la chacarera y el tango.

Serán 50 mil pibes que prefieren pensar que “fisura ya la dictadura del rey”, antes de bailar como CRISTINA AGUILERA o vestirse como MAMBRÚ.

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