RESEÑAS
Bajo el idioma universal del blues

Cálidas luces ámbar, espuma de cerveza que subía mientras los maníes se hundían en los porrones sin aparente explicación, y entusiasmados rostros que ya habían pasado las tres décadas eran sólo algunas de las postales de la Trastienda el domingo por la noche. El local, tres cuartos lleno, ofrecía un contexto intimista para una velada de blues y R&B con grandes artistas nacionales e internacionales.
TREN AZUL fue la banda encargada de dar comienzo a las celebraciones con una inyección de adrenalina de la mano de “ALAMBRE” GONZALEZ y su filosa guitarra. Pocas palabras y mucha pasión fue la fórmula que incendió el corazón tritono de los presentes. Les siguieron las BLACANBLUS con sus dulces armonías, ampliando el abanico sonoro al R&B y ritmos latinos. Presentaron varios de los temas de su última placa, ”Suena en Mí”, como “Celebrar”, con un buen feeling tropicalón; “Fuego sobre fuego”, haciendo que las tablas del escenario bailen (literalmente); y el cover de DAVID LEBON, “Hombre de mala sangre”, entre otros, para mantener la intensidad del festival, al mismo tiempo que le daban una identidad más heterogénea.
Cuando escucho su guitarra, creo que todo es mejor
Apenas pasadas las diez de la noche, apareció en escena uno de los máximos, si no el máximo, exponente del blues local: MIGUEL “BOTAFOGO” VILANOVA. La primera impresión fue la de un contraste que a su vez no era. Con un saco gris eléctrico y Dobro metálica en mano, se sentó apaciblemente en una silla en el centro del escenario, a ahogar sus penas como un auténtico hombre del Mississippi. Engalanado en íntima pasión, rezó el “Blues de Santa Fe” y “Blues para mi guitarra”, dos joyas del gran PAPPO interpretadas sanguínea y emotivamente, llevando de la mano al público desde lo profundo del Delta hasta el corazón de la Argentina.
Luego de una queja comprensible pero desubicada (desde la forma hasta el lugar y momento) por parte de dos integrantes del público hacia el músico sobre lo sucedido en Cromañón, llegaría el momento de la electricidad y de un invitado de lujo. Seguido de una calurosa presentación y vehementes aplausos, el blusero norteamericano BRUCE EWAN salió a escena con su maletita de armónicas y un fuego interno inmensurable que se transmitió al público en cada zapateo, en cada sonrisa, en cada baile y en cada gota de sudor que adornó orgullosamente su rostro.
Arrancaron a todo motor con “Hip hug-her” de BOOKER T & THE MG’s, y se pasearon por clásicos del género como “Boom boom out goes the lights” de LITTLE WALTER y “Early in the morning” de LOUIS JORDAN.
A pesar de grandes canciones y excelentes interpretaciones, el verdadero diamante se dejó ver en la aparente facilidad con la que BOTAFOGO hacía hablar, reír, llorar, gemir, rogar, celebrar y rezar a su guitarra, y cómo EWAN soplaba y soplaba sus metales cual vendaval, como si no hubiese mañana, dejando al público completamente atónito.
Otro gran momento del set se dio cuando el norteamericano dijo en un perfecto castellano: “quisiera dedicar este tema a un amigo mío, con el que tocamos juntos en mi país… esto se llama ´Pappo is leaving town´”, y detonó un potente blues con climas y matices que dieron lugar a las más variadas emociones.
El cierre fue ciertamente un cóctel explosivo, ya que reunió prácticamente a lo mejor de la velada en un mismo escenario, en un mismo momento. Fiel a su humildad, respeto y calor humano, BOTAFOGO subió (literalmente) a “ALAMBRE” GONZALEZ al escenario, cediéndole su guitarra para que éste pudiera darse el lujo de tocar a la par de otro grande como EWAN, y reafirmar que es uno de los guitarristas más talentosos del país. Cierre con broche de oro puro.
El blues de los genes
El poder del soul y del R&B se hizo presente acercándose la medianoche, de la mano de OLLAN CHRISTOPHER BELL y sus talentosos músicos, y su mensaje de paz y amor universal. Con una banda mitad argentina, mitad norteamericana, deleitaron al público con cálidas y apasionadas versiones de clásicos como “It’s alright (have a good time)” y “People get ready”, ambos de CURTIS MAYFIELD.
“Hay un músico que respeto muchísimo, y si está aquí, quisiera invitarlo… el es LUIS SALINAS” anunciaría BELL, previa a la aparición del músico argentino en escena. Bastó una sola canción para dejar a todos completamente extasiados con su impecable fraseo y elegancia para hacer bailar sus dedos sobre el diapasón, dándole un brillo tonal único a esas notas, sus notas, con la inocente frescura de una verdadera improvisación desde el alma. “Están bendecidos por tener esta clase de músicos”, confesaría BELL al público, demostrando nuevamente la admiración y el reconocimiento por los músicos argentinos.
Luego JORGELINA ALEMAN, nieta del gran guitarrista OSCAR ALEMAN, subió al escenario para tocar “Todo es posible” junto a la banda y con BOTAFOGO como invitado, quien desde el primer acorde dejó su estampa inconfundible, dando desde su guitarra una capa de brillo esencial a la composición.
Finalmente llegó la hora de ZAKIYA HOOKER, hija del legendario JOHN LEE HOOKER, pilar del blues mundial. Tal vez por su orgullo, o por esa inconfundible juventud que exudaba de sus añejos poros, optó por hacer de cuenta que no tenía una bota ortopédica en una de sus piernas y se deshizo de la silla que los asistentes le habían colocado en el centro del escenario para descansar. Coqueta, humorosa y llena de vida, encaró su música con una vitalidad y frescura para remarcar.
A dúo con ALEMAN cantó una versión de “Nobody knows you when you are down and out” realmente sentida y desnuda, como la de alguien que realmente vivió esa poesía. En la misma compañía, y con la participación de “ALAMBRE”, comenzó a sonar la inconfundible progresión melódica de “Desconfío”, clásico de PAPPO’S BLUES. La perla no fue ver a una banda norteamericana tocar un tema de nuestro queridísimo prócer NAPOLITANO, sino escuchar a la mismísima ZAKIYA cantar, y en castellano, esos versos de amor suburbano que todos más de una vez utilizamos como banda sonora de nuestras vidas.
Completó la velada con temas como “Rainy Day”, “Crossroads” y “Dust my broom”, dialogando constantemente con el público, y agradeciendo su hospitalidad y calor.
Este festival fue una perfecta oportunidad para degustar hasta el detalle a los grandes músicos del blues local, y a las talentosas visitas internacionales que se hicieron presentes; haciendo de una simple noche de domingo, una verdadera fiesta, tanto para el público como para los músicos mismos.
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